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Microhistoria, liderazgo social y cultura política popular en Colombia
Giovanny Gilberto Leal Roncanci; Andrés Felipe Ortiz Gordillo
Giovanny Gilberto Leal Roncanci; Andrés Felipe Ortiz Gordillo
Microhistoria, liderazgo social y cultura política popular en Colombia
Micro-história, liderança social e cultura política popular na Colômbia
Microhistory, social leadership and popular political culture in Colombia
Revista nuestrAmérica, núm. 21, e7502845, 2023
Ediciones nuestrAmérica desde Abajo
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Resumen: A partir de la microhistoria en sus posibilidades metodológicas y epistemológicas, y tomando como base de análisis los trabajos del historiador social italiano Carlo Ginzburg, el presente artículo propone una reflexión sobre temas claves de la historia contemporánea de Colombia a través de las experiencias, preocupaciones y vivencias de Sergio Amaya Barrios, «Paz y bien», reciclador, líder social y ciudadano habitante de calle de la ciudad de Bogotá, Colombia. A través de este personaje se revela, además de una interpretación particular sobre el liderazgo social y la cultura política del país, los lenguajes particulares usados por sujetos populares para traducir esa experiencia interpretativa, así como las tensiones que genera la inclusión de las voces, vivencias y reflexiones de los sectores populares en los estudios sociales, ya que pone en cuestión la hegemonía del discurso social situada en la figura del “estudioso”, del “especialista” o del “intelectual”, cuestión que implica la reivindicación de principios de la historiografía crítica, en particular de la microhistoria, tales como el constructivismo epistemológico, la centralidad de las voces populares como referente clave de los análisis, y la experimentación en el abordaje y análisis de los hechos históricos, según lo propone Ginzburg.

Palabras clave: microhistoria, culturas populares, cultura política.

Resumo: Partindo da micro-história em suas possibilidades metodológicas e epistemológicas, e tomando como base de análise as obras do historiador social italiano Carlo Ginzburg, este artigo propõe uma reflexão sobre questões-chave da história colombiana contemporânea através das experiências, inquietações e vivências de Sergio Amaya Barrios, "Paz e Bem", reciclador, líder social e morador de rua da cidade de Bogotá, Colômbia. Por meio desse personagem revela-se, além de uma interpretação particular da liderança social e da cultura política do país, as linguagens particulares utilizadas pelos sujeitos populares para traduzir essa experiência interpretativa, bem como as tensões geradas pela inclusão de vozes, experiências e reflexões dos setores populares nos estudos sociais, toda vez que questiona a hegemonia do discurso social localizado na figura do "erudito", do "especialista" ou do "intelectual", questão que implica a reivindicação de princípios da historiografía crítica, em particular da micro-história, como o construtivismo epistemológico, a centralidade das vozes populares como referência-chave de análise e a experimentação na abordagem e análise dos fatos históricos, como proposto por Ginzburg.

Palavras-chave: micro-história, culturas populares, cultura política.

Abstract: Starting from microhistory in its methodological and epistemological possibilities and taking as a basis for analysis the works of the Italian social historian Carlo Ginzburg, this article proposes a reflection on key issues of contemporary Colombian history through the experiences, concerns and Experiences of Sergio Amaya Barrios, "Peace and Good", recycler, social leader and homeless citizen of the city of Bogotá, Colombia. Through this character it is revealed, in addition to a particular interpretation of the country's social leadership and political culture, the particular languages used by popular subjects to translate that interpretive experience, as well as the tensions generated by the inclusion of voices, experiences and reflections of the popular sectors in social studies, since it questions the hegemony of social discourse located in the figure of the "scholar", the "specialist" or the "intellectual", an issue that implies the vindication of principles of historiography criticism, in particular of microhistory, such as epistemological constructivism, the centrality of popular voices as a key reference point for analysis, and experimentation in the approach and analysis of historical facts, as proposed by Ginzburg.

Keywords: microhistory, popular cultures, political culture.

Carátula del artículo

Derechos humanos y de los pueblos

Microhistoria, liderazgo social y cultura política popular en Colombia

Micro-história, liderança social e cultura política popular na Colômbia

Microhistory, social leadership and popular political culture in Colombia

Giovanny Gilberto Leal Roncanci
Universidad Nacional de Avellaneda, Argentina
Andrés Felipe Ortiz Gordillo
Universidad de Ibagué, Colombia
Revista nuestrAmérica, núm. 21, e7502845, 2023
Ediciones nuestrAmérica desde Abajo

Recepción: 08 Agosto 2022

Aprobación: 29 Diciembre 2022

Publicación: 04 Enero 2023

Introducción

La microhistoria como referente teórico y metodológico nos permite un acercamiento hacia la vida o características de personajes, acontecimientos u otros fenómenos del pasado, a través de “una descripción más realista del comportamiento humano, recurriendo a un modelo de la conducta humana basada en la acción y el conflicto y que reconoce una relativa libertad individual, a pesar y más allá de las trabas de los sistemas prescriptivos y opresivamente normativos” (Levi 1993).

Uno de los estudios clásicos de la microhistoria es El queso y los gusanos: el cosmos de un molinero del siglo XVI, del historiador social italiano Carlo Ginzburg, que tiene como fundamento la historia de Domenico Scandella (que todos llaman Menocchio), un molinero que vive dos juicios inquisitoriales en 1583 y 1599 donde se le acusa de hereje por opinar, desde sus creencias populares, que el mundo se creó en un proceso similar al que se produce cuando al queso le crecen gusanos, cuestionando las doctrinas religiosas y los conocimientos hegemónicos de la época sostenidos por instituciones como la iglesia. Lo interesante de la “microhistoria”, vista desde Ginzburg, es la posibilidad de analizar los acontecimientos históricos desde lugares (físicos y epistémicos) y personajes que están por fuera de los circuitos de la historia oficial hegemónica, dando prioridad a sujetos y expresiones populares en sus formas de entender el mundo para, de este modo, dar cuenta de las tensiones a partir de las cuales la historia adquiere forma y trayectoria social, rechazando el etnocentrismo y la teleología que caracterizaban la historiografía desde el siglo XIX (Ginzburg 1994, 26).

A través de un estudio microhistórico a la usanza de Ginzburg, se propone en este artículo analizar la manera como el discurso popular configura opinión pública sobre temas de importancia nacional, sobre todo aquellos relacionados con el conflicto social y armado, el liderazgo social popular, la paz y, en general, el devenir político de los últimos 20 años en Colombia. El abordaje se realiza a través del testimonio de Sergio Amaya Barrios («Paz y bien» como se le conoce), un ciudadano habitante de calle, reciclador y líder social que habita el barrio La Candelaria y otros territorios urbanos del centro histórico de la ciudad de Bogotá, Colombia:

Yo no estaba preparado para la fama. Yo estaba viendo el noticiero Caracol del medio día y de repente dicen: “a petición de las numerosas llamadas que han llegado a nuestra redacción, repetimos el video del reciclador que ha causado conmoción…” Hasta ahí bien, pero cuando comienzo a ver el video el que quedó conmocionado fui yo, hasta solté el plato, porque era que me estaba viendo, me estaba oyendo en televisión y había causado conmoción en las redes sociales. (…) Consulté con mis asesores jurídicos: derechos de autor, propiedad intelectual… nada. Eso no me quita el problema de los riñones y el de la pierna, pero la satisfacción como ser humano es grande[1].

El testimonio de Sergio, quien se ha convertido en los últimos años en un personaje más mediático[2] por su elocuencia e irónica sabiduría en el análisis de temas de la coyuntura nacional, es clave para entender las realidades colombianas desde una perspectiva popular, así como para cartografiar un conjunto de expresiones que hacen parte de una gramática a través de la cual los sectores populares resisten –a la vez que admiten– la dura realidad nacional. Esta gramática posibilitaría entender, por ejemplo, por qué al tiempo que se critica a la “clase dirigente” del país, muchos sujetos populares la siguen eligiendo para dirigir los destinos del Estado-nacional colombiano.

Así, a través de la sátira, el humor y la ironía, este personaje con tendencias políticas de izquierda fiscaliza y hace públicas sus opiniones sobre las acciones de las fuerzas armadas y de la policía nacional –de la cual ha sido víctima–, de los congresistas, los gobernantes y demás políticos profesionales de turno. Habla también de temas centrales para la vida nacional como la corrupción, el conflicto armado, el proceso de paz, las elecciones y el papel de los medios de comunicación en el posicionamiento de las oligarquías nacionales, así como de la vigencia de personajes históricos importantes para la vida nacional, como Camilo Torres Restrepo[3].

Esta microhistoria, que se inscribe en el pasado reciente de Colombia, adquiere relevancia por varios motivos. El primero es que Sergio Amaya Barrios es un personaje que se encuentra fuera de los marcos sociales establecidos, y por su condición de “habitante de calle” y de “reciclador” es considerado socialmente como indigente, indeseable e, incluso, como “desechable”. Es, en ese sentido, un ser invisible e inaudible, un individuo que no tendría condiciones para participar en el debate de las cuestiones públicas porque su vida está dedicada, casi que exclusivamente, a la sobrevivencia de los males de la calle (violencia, drogadicción, etc.).

Al tiempo, y en contradicción a su posición social de indeseable, «Paz y bien» ha logrado posicionar una narrativa en la que da cuenta de la indigencia social, política, cultural, económica y religiosa en la que se encuentra la sociedad colombiana, indigencia que expresa de la siguiente forma, atendiendo a su propia condición de ciudadano habitante de calle:

(…) con qué autoridad moral un Estado va a legislar sobre los habitantes de la calle, cuando los que dirigen ese Estado y legislan son… son unos delincuentes[4], que no son solamente rateros, sino que patrocinaron delincuentes, que llevaron a que haya dos millones de campesinitos rebuscando por las ciudades y pidiendo limosna, que patrocinaron motosierreros[5], que patrocinaron una cantidad de cosas que uno dice ¡hombre! (Sergio Amaya Barrios, testimonio, 2009)[6]

En el testimonio de «Paz y Bien» hay también una síntesis de muchos de los reclamos que los sectores populares y medios de la sociedad les hacen a sus gobernantes, relacionados con los problemas de corrupción, falta de control político, inoperancia de la justicia, entre otros. Ahora bien, lo que llama la atención en Sergio Amaya Barrios no son solo las reclamaciones que promulga, sino la figura que las agencia (un “indigente”) y la narrativa que ha construido para hacerlas públicas, sustentada en la sátira y la ironía, logrando consolidar un discurso agudo y mordaz que tiene como objetivo no solo denunciar sino, sobre todo, ridiculizar y caricaturizar a todo aquel que por su posición o función social se sabe o cree noble e intocable (políticos, gobernantes, religiosos, entre otros):

Entonces yo voy pasando con mi costal [por la Plaza de Bolívar[7]], y una persona y me dice: “¿usted sabe que es eso?” Le contesto yo: “ese es el Congreso de la República o ‘Cartucho[8] segundo sector’, donde están los ñeros de estrato siete, los que huelen a Paco Rabán y se visten de Everfit. Pero si el perfil psicológico de un ñero[9] es ser faltón, manipulador, mentiroso, agresivo e individualista, uno ve las actuaciones de esta partida de HP. Pero no vayan a pensar que el reciclador osaría insultar a tan preclaros compatriotas; HP quiere decir: “honorables parlamentarios”: casa por cárcel al senador tal por Foncolpuertos[10], medida de aseguramiento contra el representante tal por Cajanal[11], condena anticipada por tal crimen. Y ahora, una vergüenza para una “democracia”, casi 100 [congresistas] investigados [por vínculos con grupos paramilitares[12]], 32 han pasado o están en la [cárcel] La Picota; entonces como hablan de democracia y eso[13].

En este orden de ideas, este artículo busca analizar la historia de un “personaje invisible” de humilde oficio, que con su testimonio da cuenta de las crisis actuales del país. También busca contribuir a los debates frente a las características y alcances de la microhistoria, así como sus aportes a los estudios históricos y, en general, a las ciencias sociales.

Metodología

Los testimonios analizados hacen parte de dos entrevistas audiovisuales realizadas en la ciudad de Bogotá a Sergio Amaya Barrios (Ortiz Gordillo 2009; Castro 2012). Estas entrevistas tuvieron alguna repercusión pública, y dieron al personaje notoriedad y relevancia social al punto que algunos medios masivos de comunicación realizaron reportajes que lo tienen como personaje principal: “Ya casi soy tan famoso como Shakira o Carlos Vives”, dice Sergio jocoso. Al análisis de estos testimonios iniciales se suman otros videos cortos y notas periodísticas realizados por diferentes productores y medios de comunicación, fundamentalmente una entrevista realizada en el año 2019 (Mariño 2019) en la que «Paz y bien» confirma, una década después de los primeros testimonios, sus afirmaciones sobre Colombia, su contexto y actualidad sociopolítica.

El análisis se realiza a través de la codificación temática de los testimonios y el análisis de contenido. Son múltiples los temas que aborda el testimonio de Sergio Amaya barrios, todos relacionados con el devenir y la cultura política colombiana: el conflicto armado y la paz, la corrupción, el liderazgo social popular, las castas políticas gobernantes, la arbitrariedad policial. En la codificación se identifican dos temas claves que aborda el testimonio en relación con la cultura política colombiana, sobre los cuales se concentra el análisis: el liderazgo social y la reivindicación del trabajo de los recicladores, mediados por la situación vital del personaje, su condición de habitabilidad de calle.

Identificados los temas eje de reflexión, se realiza un análisis del contenido testimonial, desde una perspectiva cualitativa, para establecer el sentido de sus mensajes en relación con las realidades actuales de Colombia, así como los lenguajes singulares que los sujetos populares utilizan para referirse a esas realidades, donde el humor, la sátira y la ironía cumplen un papel gramatical, e incluso ideológico, importante.

La microhistoria: disputas por el relato histórico

La microhistoria permite reconstruir el mundo social de una comunidad en temporalidades históricas específicas y desde personajes que no necesariamente se sitúan en ámbitos hegemónicos. Es un enfoque de la historia social en la que, a través de sujetos subalternizados, se posicionan públicamente versiones o interpretaciones-otras de los acontecimientos sociales. En el caso de nuestro personaje, Sergio Amaya Barrios, se distingue en su testimonio rastros de un posicionamiento intelectual, moral y político que da cuenta de la realidad contemporánea colombiana a través de digresiones, hipérboles y comparaciones satíricas, donde el humor funciona como dispositivo para llamar la atención y criticar las crisis y a sus gestores.

El testimonio de «Paz y bien» es una mezcla de narraciones sobre su vida como habitante de calle y reciclador, sobre su experiencia como educador popular y líder social defensor de los derechos de los recicladores “de costal[14]”, sobre los abusos de autoridad de la fuerza pública, y sobre los acontecimientos de la actualidad nacional. De estos, dos temas son centrales en su testimonio: su indignación frente a la relación violenta que ha tenido con él la policía nacional, a quienes denuncia por abuso de autoridad y maltrato injustificado hacia los habitantes de calle. En segundo lugar, su repudio por la clase política tradicional colombiana, sobre todo por “los políticos criminales y corruptos que se han tomado el Congreso de la República de Colombia o ‘Cartucho’ segundo sector”, a quienes califica, en un quiebre metonímico, como «HP»[15], [16]: “Pero no vayan a pensar que el reciclador osaría insultar a tan preclaros compatriotas; HP quiere decir: «honorables parlamentarios»”[17].

En la narración de Sergio Amaya Barrios se logran entrever críticas sociales, dudas e incertidumbres existenciales y amplios conocimientos de la actualidad nacional, de los miedos que hemos construido como país, de las luchas que representa para los sectores populares enfrentar la problemática realidad colombiana, todo esto mezclado con historias de su actual vida cotidiana en la calle, de su labor como reciclador y guía turístico del centro histórico de la capital. A esto se suman sus memorias de juventud, su experiencia militante y las situaciones de violencia que ha tenido que padecer en el ejercicio de su liderazgo social. En este sentido, podemos afirmar que en los detalles de la narración, experiencia y vida cotidiana de «Paz y bien» se encuentra un constante ir y venir entre la experiencia propia y la historia “macro” del país.

En este vaivén narrativo se entrevén entrecruzamientos entre la microhistoria del personaje (sus vivencias en la calle, el oficio del reciclaje, su relación con los vecinos del barrio La Candelaria) y la macro historia nacional. Con todo, el testimonio de Sergio Amaya Barrios no pretende encontrar una correspondencia coherente entre “las realidades nacionales” (ámbito macro de la historia) y sus vivencias (ámbito microhistórico). Se trata más bien de reconocer que hay un personaje ubicado en su momento histórico, cuya vida está determinada, al mismo tiempo, por estos dos ámbitos históricos. Por esto mismo no damos al testimonio de «Paz y bien» un carácter posmoderno –al estilo de Ankersmit–, ya que “no se trata de centrar la atención en las hojas para renunciar a las ramas” (Ginzburg 1994, 39).

Aquí el enfoque de la microhistoria –en la perspectiva de Ginzburg– adquiere relevancia metodológica para la interpretación del testimonio de «Paz y bien», ya que se nos propone un dilema entre el abordaje de la historia desde perspectivas micro o macro. El testimonio mismo de Sergio nos da la clave para la resolución de esta disputa cuasiontológica por el “punto de vista” desde el cual abordar el análisis histórico, en el sentido de no situarse en un lugar fijo (micro o macro), sino más bien hacer un seguimiento interpretativo a lo que llamamos “el vaivén histórico”, tal como ha sido propuesto por autores como Kracauer, quien señala, a partir de la obra de Marc Bloch, la necesidad de

(…) un continuo ir y venir entre la micro y la macrohistoria, entre close-ups y tomas largas o larguísimas (extreme long shots), capaces de poner continuamente en cuestión la visión de conjunto del proceso histórico mediante excepciones aparentes y causas de corta duración. Esta prescripción metodológica desemboca en una afirmación de carácter decididamente ontológico: la realidad es fundamentalmente discontinua y heterogénea. Por tanto, ninguna conclusión alcanzada en referencia a un determinado ámbito puede ser trasladada automáticamente a un ámbito más general. (Kracauer citado por Ginzburg 1994, 33)

Si bien es importante reconocer que la microhistoria supone recuperar la importancia de lo micro, esto es, rescatar “lo pequeño” como indicio científico, esto no implica desconocer el lugar y el papel de la estructura, de lo macro, en el devenir de lo social, ya que lo particular no se opone a lo social. Pero la historiografía clásica había desconocido este diálogo. En lo que refiere a nuestro personaje, en su testimonio se evidencia esta intersección entre dimensiones micro y macro, ya que por la vía de la experiencia personal se da cuenta de problemáticas, acontecimientos, situaciones que bien pueden ser ubicadas como síntomas de la crisis nacional:

(…) entonces [el policía] me dijo que me iba llevar dizque por burla a la autoridad. Yo le dije: “¡no, pues qué risa!, pues imagínese que «burla a la autoridad» no está tipificado [como delito en el Código Nacional de Policía], está tipificado «desacato a la autoridad»”. Cuando yo le voy hablando así a ese señor, él pensó que yo le iba decir que “tombo gono[18]… no sé qué”; no señor. Entonces, cuando yo le hablo como una persona, ese señor parecía que le estuviera “hablando en chino” y dijo: “¿esta gonorrea no se va subir [al carro de la policía]?”, y me agarran entre estos [policías] y me botan así. Con el problema de la pierna[19], yo no tengo estabilidad fui y di contra una varilla del carro y sufrí fractura de tabique y cuatro puntos en la cara; inmediatamente me bajaron y me dijeron, muy considerados: “¡ábrase!”[20] Me dejaron tirado en medio [de la calle] con fractura de tabique y con eso así. Eso está en demanda y esperemos que la justicia funcione, aunque sea la justicia divina, por lo menos yo sí los pongo en oración. ¡Claro! la iglesia dice que hay que poner al amigo y al enemigo en oración; a mis enemigos, le dijo al señor: “señor, ilumínalos o elimínalos”[21].

En este fragmento testimonial se evidencia cómo desde su propia experiencia como habitante de calle y los enfrentamientos cotidianos que tiene con la policía nacional, se abordan temas macro como la violencia (exceso de fuerza) y la arbitrariedad policial, la interpretación “acomodada” que hace el poder de instrumentos jurídicos (Código Nacional de Policía) para justificar su arbitrariedad, la inoperancia de los servicios de salud para los habitantes de calle y, de manera especial, la incidencia de la dimensión religiosa del sujeto como instrumento de lucha social[22].

Ginzburg nos enseña que en experiencias testimoniales como la de «Paz y bien» el investigador puede encontrar importantes sugerencias de corte metodológico, en las cuales se promueve el retorno a la historia narrativa, esto es, dirigir la indagación hacia los lenguajes propios de los sujetos historiados (en este caso, el lenguaje oral, el testimonio), asumiéndolos como documentos históricos. Este enfoque motiva el rastreo de fuentes y documentos que, desde escenarios no hegemónicos, orienten posibles interpretaciones descentralizadas sobre el conocimiento del pasado. Ello nos plantea el problema de la transmisión cultural y su relación con las dinámicas sociales, ya que se ponen en cuestión los referentes a partir de los cuales se aborda y cuenta la historia, a la que se entiende como dispositivo social para el ejercicio del poder y el sostenimiento (o la transformación) del orden social vigente.

He aquí otra tensión: mientras por un lado se promulga la defensa del pasado glorioso y mítico sobre el cual se sostiene una sociedad, en otro se reivindican aquellos aspectos, sujetos y acontecimientos de la historia que han sido ocultados o negados en ese proceso de sostenimiento hegemónico de lo social. Mientras unos defienden la tradición, otros promulgan la transición a través del reconocimiento de lo negado. Aquí se evidencia otro aspecto clave en las tensiones por la hegemonía del relato social: el problema de la circulación cultural (que Ginzburg trae al debate a través de Bajtin), en el que se presenta una disputa entre las culturas populares y la “cultura de la élite”.

La tensión hace referencia a la necesidad de entender que la cultura no solo se desarrolla “de arriba hacia abajo”, es decir, desde las imposiciones de la cultura dominante sobre las clases populares, sino que también incluye el flujo “de abajo hacia arriba”, donde la cultura popular aporta elementos claves para el desenvolvimiento social e, incluso, se contrapone al imaginario de la cultura de elite. La circulación cultural de las sociedades supone, entonces, que la cultura es determinada por el cruce de ambas cosmovisiones.

Ahora bien, con respecto al carácter popular de Sergio Amaya Barrios, vemos que, si bien él mismo no se define como un “sujeto popular”, en su discurso sí deja entrever dicha relación cuando se refiere, por ejemplo, al lugar de su liderazgo comunitario (sur oriente de Bogotá) y a la reivindicación de su liderazgo social en el oficio de reciclador:

Yo me siento bien como reciclador porque es la actividad que me ha permitido sobrevivir sin hacerle mal a nadie. Además, que esa actividad tiene un aporte social bien específico y bien bueno, que es la conservación del planeta. Ahora, el Estado ya se dio cuenta del reciclaje y están echándole el ojo, entonces ojo al ojo con el Estado, porque resulta que muchos poderosos se dieron cuenta que lo que llevaba uno en un costal no era basura sino plata. Tan es así que “Tom y Jerry” Uribe, o sea Tomás y Jerónimo Uribe [hijos del expresidente Álvaro Uribe Vélez] montaron la empresa Residuos Ecoeficiencia S.A. y han ido desplazando, sobre todo en la zona de Fontibón, a dos cooperativas de mujeres cabeza de familia que se han dedicado al reciclaje. Entonces la gente se va desplazando hacia otras actividades, o se vuelven limosneros o ladrones. O sea, arrinconan a la gente[23].

En su testimonio, «Paz y bien» como sujeto marca su diferencia de clase, es decir, se encuadra dentro de lo que se denomina como “popular” y su lugar social preponderante: “el estrato bajo”, situado en la periferia urbana. Aquí se evidencia también uno de los temas centrales de su labor como líder social: el conflicto social y la paz. El relato de Sergio da cuenta de un momento histórico clave para el desarrollo del país, relacionado con los ocho años de gobierno del expresidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) y del giro hacia la ultraderecha que vivió Colombia en este periodo, como respuesta al avance del proyecto guerrillero (que para la época ya contaba con una historia de casi 50 años), y como expresión del proyecto de expansión paramilitar que se posicionó en el país.

Este proyecto de “derechización” social no tuvo solo expresiones bélicas. También promovió el pensamiento aristocrático de las clases dominantes, quienes sostenían que para que el país se desarrollara había que fortalecer los negocios e iniciativas de las grandes empresas nacionales e internacionales, para que así los pobres tuvieran trabajo. “le echaron el ojo hasta a la basura”, dice Sergio refiriéndose a los negocios de los hijos de un expresidente, pero lo mismo pasó, por ejemplo, con los recursos de fomento agrario que en el gobierno del expresidente Álvaro Uribe Vélez tuvieron que ser destinados a los campesinos pobres, y terminaron en las arcas de los latifundistas amigos del gobierno (caso de corrupción que se conoció como “Agro ingreso seguro”).

De este modo la microhistoria de Sergio Amaya Barrios, al igual que la del Menocchio de Ginzburg, permite dar cuenta de las características socioculturales de un momento histórico particular. Para el caso de este estudio, «Paz y bien» encarna aspectos característicos de lo que se ha vivido en el ámbito social (desigualdad, pobreza, exclusión), político (corrupción, descrédito de instituciones públicas, cooptación de lo público por intereses privados, posicionamiento de élites, criminalización de ideologías, tortura, arbitrariedad policial) y cultural (desconocimiento del saber experiencial, exclusión de saberes y expresiones populares, legitimación de nuevas-otras formas de estar en el mundo), todo esto mediado por el conflicto social y armado que ha sufrido Colombia en las últimas décadas.

De este modo las memorias populares (memorias subalternizadas) se insertan en el debate de las cuestiones públicas, a través de miradas y lenguajes propios que hacen frente a la lógica de la construcción de la historia como posibilidad de administración hegemónica de lo social, ya que esta «historia elitizada»: “posibilita la fabricación de la memoria, el debilitamiento del pasado, la negación de la conciencia histórica y, como consecuencia, la desaparición del sujeto histórico, aquel que es capaz de transformar su realidad y construir, desde el pensamiento y la acción, su propia historia” (Ortiz Gordillo, Perdomo y Amaya 2013, 87).

Sergio Amaya Barrios es, en el sentido de lo expuesto, un claro ejemplo de la importancia de la reducción de la escala de análisis en el estudio de lo social, esto es, poner la atención en lo micro como paradigma científico a través de la reivindicación del relato experiencial situado en su contexto histórico, sin olvidar la estructura macro en la que se inscriben los acontecimientos, así como los necesarios tránsitos del análisis entre las escalas, cuestión que desarrollaremos a continuación en detalle.

“Ñeros de uniforme y de estrato siete”: la crisis actual de Colombia través de la microhistoria de un reciclador

Su nombre es Sergio Amaya Barrios, también conocido en el centro histórico de la ciudad de Bogotá como «Paz y bien». «Paz y bien» porque esos son sus lemas de vida como cristiano confeso adherente a la Teología de la liberación. Es un hombre de estatura media, contextura delgada, cabello negro, nariz prominente, ojos vivaces y alegres. Cuando habla lo hace también con las manos, con ellas reafirma, sentencia, condena y perdona.

Camina con dificultad, ya que siendo estudiante de universidad pública y militante de un partido político de izquierda fue torturado por sus convicciones políticas y quedó con una pierna maltrecha. Si alguna vez camina por el centro de Bogotá y se lo encuentra, contrátelo, es uno de los guías turísticos empíricos más conocedores de los intríngulis históricos del centro bogotano: “Soy reciclador, pero complemento mis ingresos para tener una vida digna con lo que me dan los recorridos históricos. No puedo pretender ser un guía turístico porque sería demasiada pretensión, pero sí hago recorridos históricos…”[24]. Sergio no solo conocerse al detalle la historia de las calles y los acontecimientos allí sucedidos; también conoce, por su oficio como reciclador, algunos “secretos” de los habitantes actuales del sector: “yo sé quiénes son los bebedores, lo que compran, lo que desechan… no ve que les conozco la basura”, suele decir.

Sergio prefirió “el costal al puñal, preferí meter las manos en las bolsas y no en los bolsillos” y terminó, con orgullo, siendo reciclador, de los de costal. Ese es su oficio y su aporte social: recuperar desechos para ingresarlos nuevamente en el sistema productivo. Es un hombre letrado: estudió completa su primaria y su secundaria, y consiguió cursar 6 semestres universitarios (historia y geografía en la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia), pero los azares de la vida, vinculada en su juventud con la militancia política y social y con expresiones de violencia de las que fue víctima, lo llevó a la vida de calle. Su trabajo como reciclador lo realiza todos los días en extensas caminatas por uno de los sectores históricos y turísticos más populares de Bogotá, Colombia, el barrio La Candelaria, donde se dice fue fundada la ciudad.

Ahora bien, atendiendo a la estrategia del “vaivén histórico” que nos posibilita la microhistoria como referente de análisis, miremos como el testimonio de este personaje nos permite entrar en el debate de temas que, por su importancia, podríamos luego trasladar al análisis macro. El formato de artículo no nos permite ahondar en los diferentes temas que plantea el testimonio de Sergio Amaya Barrios, por lo que se propone abordar solo uno que consideramos vertebral para identificar cómo funcionan los flujos y escalas de interpretación en la microhistoria. El tema es su condición de habitante de calle y el liderazgo social que ejerce para la reivindicación del trabajo de los recicladores. En este tema se entrecruzan otros subtemas como la situación de agresión y criminalidad que sufren los líderes sociales, la arbitrariedad en el uso de la fuerza por parte de agentes del Estado y el contexto de crisis política y moral que posibilita la agudización de la violencia contra poblaciones vulnerables en el país.

Sergio fue líder social comunitario en los barrios del suroriente bogotano[25]. Allí trabajó como alfabetizador de adultos y niños, en contextos periféricos donde habitan familias humildes que, en muchos casos, llegaron del campo a la ciudad desplazados forzadamente por las diferentes olas de violencia que ha vivido Colombia desde la década de 1950. A esto se sumó el hecho de que, al llegar a la ciudad, se tuvieron que ubicar en sectores periféricos en los que no tenía acceso a servicios básicos de salud, educación, saneamiento básico, ni contaban con fuentes de trabajo formales y estables.

Esta es una situación que aún pervive, aunque en las dos últimas décadas los indicadores relacionados con la pobreza multidimensional han disminuido. Según el informe de Evaluación de la pobreza en Bogotá 2002-2020 de la Veeduría Distrital

(…) todos los indicadores de pobreza analizados son indicativos de los grandes avances en la lucha contra la pobreza en Bogotá. En el caso de la pobreza monetaria no extrema, la proporción de la población en pobreza se redujo significativamente pasando de un tercio a principios de los 2000 a aproximadamente 10% en el 2015. Por lo tanto, en un periodo de 15 años la ciudad redujo la pobreza monetaria en casi un 75%. (…) Según el índice de pobreza multidimensional, la incidencia de pobreza paso de 12% al 7% en la última década, lo cual representa una reducción de más del 40%. (Veeduría Distrital 2020, 14)

Es en ese contexto de precariedad económica, olvido estatal y exclusión social e histórica donde Sergio Amaya Barrios agencia su militancia social. Cuenta «Paz y bien» que sus inclinaciones ideológicas de izquierda y su vocación por los pobres surgen, fundamentalmente, de su madre:

Mi mamá me estaba esperando cuando el padre Camilo Torres comenzó a tener relevancia social. Él pasó una vez al barrio donde mis padres vivían y mi mamá fue a verlo, porque sentía simpatías y, a pesar de ser conservadora, veía en él otra forma de ver a dios. Entonces yo creo que esa simpatía me la pasó[26].

Estando en sus labores de educador popular en el suroriente bogotano, Sergio Amaya Barrios enfrenta dos situaciones que cambian radicalmente su vida. La primera tiene que ver con una serie de amenazas de muerte que llegan a su casa, efectuadas por grupos paramilitares que hacen presencia en el territorio y que surgen como respuesta a la presencia de milicias urbanas de la guerrilla en estos mismos territorios. Así lo cuenta «Paz y bien»:

(…) me tocó buscar el anonimato en el reciclaje, porque yo alfabetizaba adultos por las noches y hacia trabajo con niños en el sur oriente, cuando se acercaron los PM (los paramilitares), mataron dos compañeros y cuando yo llegué a la casa a comentarle a mi mamá entonces mi mamá me dijo que me había llegado una carta [panfleto de amenaza], un sobre, y en ese sobre pues venía algo muy feo. Entonces yo dije “no puedo perjudicar a mi familia” y me tocó refundirme. Y así terminé en el reciclaje. Y en el reciclaje pues dije que voy a continuar mi pelea que es por los derechos humanos, por el derecho al trabajo y todo eso[27].

La segunda situación fue el secuestro y tortura que sufrió producto de su militancia en la Unión Patriótica (UP), partido político de izquierda surgido hacia mediados de la década de 1980 como plataforma política para la negociación de la paz entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Farc, y el Gobierno Nacional precedido por Belisario Betancur (1982-1986), proceso conocido como “los acuerdos de La Uribe (Meta)”.

Yo fui militante de la Unión Patriótica y sí había tirado piedrita, pero no más, no había alcanzado a llegar hasta la guerrilla. Yo era un chino cuando empezó el desangre de la nación, tenía clase de 8:00 a 9:30 a. m., fui a coger la buseta para irme a la casa de mis papás, unos maestros pensionados, a 2 cuadras de la universidad, donde pasaba mucho transporte. Había alguien que vio cuando unos tipos me agarraron a patadas y me subieron a la fuerza a un carro, ese alguien no era militante de izquierda, pero era estudiante y entonces no pasé desapercibido, sino que gritaban “cogieron al compañero, se lo llevaron unos hombres armados”. Según Medicina Legal, con un bate de aluminio me fracturaron a garrote las dos piernas, me fracturaron el tabique, casi pierdo el ojo, me tuvieron que hacer cirugía plástica en el pómulo, el labio, el paladar y perdí mi hermosa sonrisa. (Nieto 2016)

El de la UP constituye un caso emblemático de exterminio contra los militantes de un partido político de oposición en Colombia. Según la Corporación Reiniciar (S.f.), ONG integrada por militantes sobrevivientes del partido, “la Unión Patriótica logró el 9 de marzo de 1986 posicionarse en escenario político electoral nacional. Eligió 15 congresistas a Senado y Cámara, 18 diputados, 335 concejales y el nombramiento de 23 alcaldes municipales”. Producto de este exterminio, la UP cuenta con más de 6 mil víctimas reconocidas, entre ellas dos candidatos presidenciales. El caso fue admitido el 1997 por la Comisión Interamericana de derechos Humanos y se encuentra pendiente del fallo ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Como señala Merchán, a través del caso de la UP se puede establecer el panorama político de Colombia en las últimas siete décadas, relacionado con “las búsquedas de condiciones de gobernabilidad, en la tentativa de romper con expresiones de cultura política marcadas por la intolerancia y el ejercicio cotidiano de eliminación física o simbólica del adversario político, de vieja data dentro de la institucionalidad política” (Merchán 2012, 327).

Sergio fue uno de los miles de víctimas de la UP. La tortura lo tuvo en el hospital por varios meses y que le dejó una discapacidad permanente en una de sus piernas, cuestión que la impidió conseguir ubicación laboral formal. Superadas estas situaciones, Sergio encontró en el reciclaje una oportunidad laboral informal, al tiempo que una alternativa para dar continuidad a su trabajo social y comunitario con sectores humildes de la sociedad, evidenciando nuevamente la ineficiencia del Estado y de los gobernantes oligárquicos colombianos. Así lo cuenta:

Terminé en el reciclaje. Y ya en el reciclaje pues dije voy a seguir, a continuar mi pelea, que es la pelea por los derechos humanos, el derecho al trabajo y todo eso. Mi labor es por derecho al trabajo de los recicladores, que si bien es cierto es muy maluco ver a una persona con un costal y con cara de indigente, eso no es culpa generalmente de uno sino del Estado que no tiene una política acorde con nosotros… Si no nos quieren ver como unos ñeros, entonces el Estado debe meterse la mano al bolsillo[28].

«Paz y bien» es, en muchos sentidos, un personaje fuera de lo común: además de reciclador y “guía turístico”, es defensor de derechos, faro moral, intelectual empírico y líder social: “trabajo por la dignificación del reciclaje como trabajo, y del reciclador como trabajador”, dice en varios de los videos que de él circulan por las redes sociales. De él y de su actitud con la vida, hasta la policía [“a la que le hace falta repetir el curso de inteligencia”, dice irónico] se sorprende:

“¡Cómo! Un ñero que no hace reguero, no fuma en las esquinas, a las 10 de la noche ya no lo vemos (porque a las 10 de la noche ya no hay que ver por aquí), eso es como raro”, me dicen. Esos son los roces que yo tengo con los HP, honorables policías. Y ahí les ha tocado irse como acostumbrando[29].

Es evidente en Sergio un potencial de liderazgo y pensamiento crítico con conciencia social, que se sirve de la crítica mordaz para entender su contexto y vida actual, así como para referirse con propiedad a una serie de realidades problemáticas que se presentan con bastante regularidad en los sectores humildes de la ciudad, como lo es el tema de drogas y la adicción que afectan a un alto porcentaje de las personas habitantes de calle, al tiempo que reflexiona sobre la condición histórica del gremio de recicladores “de costal” al que pertenece:

Resulta que el reciclador de costal –es el análisis que yo hago– es un fenómeno urbano que nace hace más o menos quince años, cuando unas personas generalmente por la adicción se vieron abocadas a la vida de calle; pero hay una cosa, adictos y todo, prefirieron el costal al puñal, prefirieron meter las manos en las bolsas y no en los bolsillos, pa’ lo que sea[30].

Hacia el año 2009, Sergio y sus compañeros de gremio que trabajan en el centro histórico de Bogotá vivieron, nuevamente, una situación de amenaza, cuando un grupo paramilitar circuló panfletos con el fin de “limpiar” el sector de “indeseables”. Se ha especulado que estas amenazas estuvieron vinculadas con el plan de renovación urbana que se ha proyectado en las últimas décadas para la ciudad. Sectores críticos a los gobiernos distritales que han impulsado políticas para la revitalización urbana del centro sin la participación de sectores sociales vulnerables como recicladores, prostitutas, comerciantes informales y otros sujetos que habitan este sector de la ciudad, señalan que ellas son expresión de la gentrificación y la segregación físico-espacial y social sobre la cual las élites han planificado el desarrollo urbano, en detrimento de las condiciones de vida de sectores vulnerables:

(…) aquí hace tres meses (año 2009) hubo un panfleto que repartió un supuesto grupo (paramilitar), “Brigada Civil Armada”, en la que nos declararon objetivo militar. Yo contra viento y marea aquí estuve, porque es que de todas maneras son casi nueve años de simpatía que tenía que sacarlas a relucir para atajar esa arbitrariedad que iban a cometer[31].

Esta situación revela, a su vez, la compresión que «Paz y bien» tiene del conflicto social, de la desigualdad y la pobreza que se vive en Colombia desde hace décadas, así como frente a las dinámicas y demandas económicas globales que se imponen y que, según dice él, condicionan lugares, personas y formas de ver y entender el mundo, para este caso el mundo urbano: “[el barrio] La Candelaria es la tasita de mostrar, y en la época de la globalización las ciudades capitales tienen que presentar unos centros atractivos, limpios, seguros, entonces nosotros somos el mosco en la leche, y tratan de quitarnos”[32].

Además de las amenazas que buscan sacarlos arbitrariamente de su espacio vital y laboral, Sergio denuncia que en muchas oportunidades ha tenido que enfrentar el abuso de autoridad por parte de agentes de la policía nacional, quienes no comprenden el papel y la función que cumplen los recicladores en la ciudad: “Sería estúpido negar que la policía tenga que hacer controles, pero una cosa es hacer controles y otra cosa es abusar de la autoridad que le da el Estado”[33].

Cuenta Sergio que la policía lo ha maltratado. No es solo la arrogancia de los policías con los habitantes de calle, a quienes consideran como delincuentes per se, sino las agresiones permanentes, de tipo verbal, psicológico y físico, a las que se ven sometidos:

(…) por ejemplo, cuando llegan y le dicen a uno: “gonorrea, contra la pared”. Mire, esto que tengo acá [se señala la cara], esta fractura de tabique y estos cuatro puntos son cortesía de la Policía Nacional, porque yo no soy grosero, porque yo no me voy a igualar a esos ñeros de uniforme, pero sí soy muy picante, entonces ellos me dicen “gonorrea contra la pared”; si yo no tengo antecedentes, cargo mis papeles, no tengo drogas, armas, ni cosas robadas, creo que soy un ciudadano, con costal, pero ciudadano… Entonces le paso el costal a uno para que me lo revise, al otro le paso la cédula para que constate que yo si soy el que soy y no tengo antecedentes, y entonces el otro me va raqueteando[34] y yo voy elevando mis ojos al cielo y le voy diciendo al dios del amor y la justicia en el que yo creo: “¡gracias, señor! porque el que tiene lenguaje de ñero es el oficial y no el reciclador”. Cuando eso se lo dice un ñero a un policía, pues el callo que le pisé como que le dolió harto. Y ahí fue cuando me agredió[35].

«Paz y bien» ha asumido desde su liderazgo social la denuncia pública como estrategia para enfrentar estas situaciones de arbitrariedad policial, y hacer evidente que la fuerza pública debe respetar a los ciudadanos, así estos sean habitantes de calle: “creo que soy un ciudadano, con costal, pero ciudadano…”, denuncia firmemente. Sergio es consciente de sus derechos, al tiempo que sabe del estigma que se ha creado sobre el habitante de calle, el cual también denuncia:

Por ejemplo, ellos me ven leer y piensan es que yo debajo del periódico tengo el bareto[36] o quién sabe qué, pero yo estoy es ejerciendo mi derecho a sentarme en el espacio público. Imaginase que hay unos estudiantes que se sientan a tomar por allí y todo eso, pero como ellos son estudiantes y no tiene costal, a ellos no les dicen nada, a mí sí, así no tenga nada por lo cual avergonzarme. Entonces ese es el rifirrafe que yo llevo con la policía, porque es que hay veces son arbitrarios[37].

La ironía es algo muy característico del discurso de Sergio, pues en sus narraciones siempre están presentes las burlas sarcásticas frente a los poderes establecidos. Su estrategia es evidenciar los fallos de la legalidad, es decir, de lo que se considera normal y que, en definitiva, no debería serlo. Cuando expresa: “¡gracias, señor! porque el que tiene leguaje de ñero es el oficial y no el reciclador”, está hablando de la manera como está compuesto el “sancocho nacional”, donde quienes deben proteger y cuidar a los ciudadanos son quienes más los agreden. Por lo menos a un sector bien definido de ciudadanos: los vulnerables. Y por eso mismo hace referencias cáusticas a la realidad nacional, las cuales relaciona con su propia historia de vida como militante de izquierda:

Esas opiniones son las que se les hacen como extrañas, y dicen que ese ñero es como el ñero sindicalista. Y yo los molesto y juego con la realidad del país. Yo digo: “no les crean a ellos, yo no soy el ñero sindicalista, otra cosa es que haga parte del Comité Central del secretariado Mayor Conjunto del FLÑ”. ¿Sabe qué es el FLÑ? Pues el Frente de Liberación Ñero[38].

Desde estas estrategias discursivas, Sergio hace constante gala de su extracción popular, de su condición social proletaria, de su lugar periférico propio de los sectores sociales populares donde circulan formas, prácticas e ideologías singulares. Por ejemplo, para hacer evidente su orientación ideológica ha ideado una estrategia en la cual la música “de protesta” o canción social juega un papel importante. A través de ella da cuenta de sus ideas y pensamientos, se posiciona como sujeto crítico y con conciencia social frente a las necesidades de sus conciudadanos populares. Al tiempo, usa la música como dispositivo satírico para llamar la atención de quienes, como los policías, utilizan la autoridad para agredir: “Otra cosa es que yo canto unas canciones que a ellos [policías] no les gustan; entonces yo canto a Mercedes Sosa: «que vivan los estudiantes jardín de nuestra alegría, son aves que no se asustan de animal ni policía…» A ellos no les gusta”[39].

Lo que no gusta a sus contradictores no es que utilice la música como fuente de expresión, sino el tipo de música y los mensajes que desde ella expresa, claramente críticos con instituciones y sujetos institucionalizados que se consideran intocables, innombrables. La música representa, entonces, una forma de generar crítica sin entrar en situaciones de confrontación directa:

(…) a ellos no les gusta cuando yo canto algo que cantaba Eliana hace más de treinta años, y yo lo canto cuando paso por el Congreso [de la República] con mi costal: “qué más quieren los señores, dirigentes conductores, los promeseros de siempre en vísperas de elecciones, primero llenan las plazas luego votos por montones, ya llegaron al poder llenaron corporaciones, ya hasta elevaron sus sueldos queridos benefactores, mientras el pueblo tiene hambre que más quieren los señores.” Eso no les gusta a ellos, y dicen qué es irrespetuoso. Y puede serlo, pero es verdad[40].

Con el uso de esta estrategia Sergio quiere demostrar que el país no ha cambiado nada en los últimos años: “A Colombia la siguen gobernando los mismos HP de siempre, los ñeros de estrato siete que trabajan en el «cartucho segundo sector», mejor conocido como Congreso de la República”[41]. Estas expresiones, por supuesto, causan reacciones por parte del poder establecido:

Una vez me iban a decir que estaba calumniando a la autoridad legítimamente establecida, ¡imagínese!, entonces porque no cogieron hace treinta años a Eliana [la cantante] por decir eso. Para que vea que no ha cambiado nada en el país en más de treinta años. (…) No ha cambiado nada, lo mismo de lo mismo. Claro que uno no puede generalizar y decir que todos son unos HP, porque no todos son unos HP, hay unos honorables parlamentarios y hay otros que si son HP[42].

Este tipo de opiniones y comentarios sarcástico frente a la fuerza pública, los congresistas, los gobernantes y, en general, frente a la realidad política colombiana, dejan entrever en Sergio Amaya Barrios un sujeto crítico que, además de ser víctima en carne propia de los abusos de autoridad y de las amenazas de grupos paramilitares, es un sujeto con una amplia conciencia social que de alguna manera encarna las dificultades de vivir en una ciudad y un caótico y conflictivo país como lo es Colombia.

–Sergio, además de los HP (honorables parlamentarios) del Congreso de la República, ¿cuáles otros HP usted ha identificado?

–Honorables políticos, honorables policías, honorable presidente, honorable Peñaloza[43], honorable procurador[44].

A modo de conclusión

Sergio Amaya Barrios, «Paz y bien», es un sujeto consciente y critico no solamente de su condición y posición social, sino de la realidad social y política de Colombia. Las experiencias frente a los abusos de autoridad, la tortura y las amenazas de las que ha sido víctima le han permitido estructurar un discurso experiencial de la realidad problemática que ha vivido el país durante décadas.

Las fuentes del conocimiento de Sergio lo ubican entre un saber experto y un saber experiencial que se evidencia en su militancia como líder social comunitario, en dos momentos: siendo un joven educador popular en el sur de Bogotá, y siendo líder defensor de los derechos de los recicladores en los años que lleva como ciudadano habitante de calle.

En el testimonio de Sergio se revela un ir y venir entre las imposiciones dominantes representados en la estigmatización y el ejercicio de la violencia sobre las clases “bajas”, “pobres” o “populares”, ejecutada por medio del uso de la fuerza de la autoridad policial para reprimir o normativizar a las “clases populares”. En contraposición, se establece que existe una respuesta en el pensar y actuar de «Paz y bien» cuando critica los imaginarios de la cultura de élite, la cual se expresa a través de la ironía y el sarcasmo hacia las actuaciones de instituciones y sujetos institucionalizados como la policía y los congresistas. Estas respuestas utilizan dispositivos de expresión como la música y el traslape de sentidos discursivos (como en el caso de los HP: honorables parlamentarios), que hacen efectivas las críticas expuestas en sus mensajes.

Este uso consciente y deliberado del sarcasmo y de los dispositivos a través de los cuales la ironía adquiere cuerpo discursivo, evidencia que Sergio Amaya Barrios circula por un conjunto de saberes que agrupan “lo letrado” y la experiencia vivida, donde el liderazgo social adquiere relevancia por ser el escenario que da impulso a la movilización discursiva del personaje. Esto es, el discurso de Sergio adquiere sentido por cuanto tiene como propósito la defensa de los derechos de los recicladores en tanto ciudadanos. Y para ello acude a la denuncia de las actuaciones arbitrarias del poder a través del discurso satírico.

Al tiempo, la condición de líder defensor de derechos de sectores poblacionales violentados coloca a Sergio en un lugar vulnerable. Esta realidad no es un tema menor, porque es a partir de este proceso de estigmatización que se coloca en peligro la vida de los líderes sociales, en un contexto en el que la criminalidad sobre esta población va en aumento: “Al menos 52 líderes sociales y defensores de derechos humanos fueron asesinados en Colombia durante el primer trimestre de 2022”, reveló el Observatorio de Derechos Humanos de la Defensoría del Pueblo (2022). Por su parte Indepaz (2020) señala sobre este tema que: “Desde que se suscribió el acuerdo de Paz entre el Gobierno Nacional y las FARC–EP hasta el 15 de julio de 2020, 971 personas líderes sociales y defensoras de Derechos Humanos han sido asesinados en Colombia”.

Lo anterior es relevante si se considera que el discurso de Sergio Amaya Barrios se ubica en la tensión entre la estigmatización de la ideología de izquierda que él reivindica, y un posicionamiento del proyecto paramilitar que ha venido forjando, en los últimos 20 años, formas de pensar y actuar con tinte fascista, lo que evidentemente coloca en riesgo la vida de estos personajes que posicionan en el debate público discursos contrahegemónicos.

Otra característica importante del testimonio de «Paz y bien» tiene que ver con el análisis crítico que realiza del abuso de la fuerza por parte de la policía nacional, a quienes califica como “ñeros de uniforme”. En Bogotá existen evidencias de maltrato e, incluso, asesinatos de personas civiles que por su condición social vulnerable se convierten en víctimas. Tal es el caso de los mal llamados “falsos positivos” (“ejecuciones sumarias” ejecutadas por miembros de la fuerza pública), producto de las políticas de “seguridad democrática” implementadas desde el año 2002 en el gobierno del expresidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2010), que según informe de la Jurisdicción Especial para la Paz (Caso 03), dejaron como saldo 6402 víctimas, entre ellas habitantes de calle y líderes sociales que fueron presentados como “bajas en combate” por agentes del Estado Colombiano.

Material suplementario
Referencias
Amaya Barrios, Sergio, Elizabeth Perdomo Leyton y Andrés Felipe Ortiz Gordillo. 2013. «Reflexión a tres voces: las memorias del costal». En Violencia, memoria y sociedad: debates y agendas en la Colombia actual, editado por Alejandro Castillejo Cuéllar y Fredy Leonardo Reyes Albarracín, 83-93. Bogotá: Ediciones USTA. https://bit.ly/3P7DXoQ
Centro Nacional de Memoria Histórica. 2018. Paramilitarismo. Balance de la contribución del CNMH al esclarecimiento histórico. Bogotá: CNMH. https://bit.ly/3OYYjQX
Corporación Reiniciar. S.f. «Historia de la UP». https://corporacionreiniciar.org/caso-up/historia-up/
Defensoría del Pueblo. 2022. «Informe del Observatorio de Derechos Humanos».
Ginzburg, Carlo. 1981. El queso y los gusanos. El cosmos, según un molinero del siglo XVI. Barcelona, Muchnik.
Ginzburg, Carlo. 1994. «Microhistoria: dos o tres cosas que sé de ella». Manuscrits: revista d’història moderna, n.. 12: 13-42. https://acortar.link/MvbHn3
Indepaz. 2020. «Registro de líderes y personas defensoras de DDHH asesinadas desde la firma del Acuerdo de paz. Informe especial». Bogotá: Indepaz, Cumbre Agraria, Marcha Patriótica. https://bit.ly/3P0JXQ8
Levi, Giovanni. 1993. «Sobre microhistoria». En Formas de hacer historia, editado por Peter Burke, 119-43. Madrid, Alianza.
Merchán Díaz, Jeritza. 2012. «La Unión Patriótica. Expedientes contra el olvido». Revista Colombiana de Educación, n.. 62. https://doi.org/10.17227/01203916.1643
Nieto Morantes, Catherine. 2016. «El guía turístico que habita la calle». El Nuevo Siglo, 07 de mayo. https://acortar.link/zKlDtP
Romero, Mauricio, ed. 2007. Parapolítica. La ruta de la expansión paramilitar y los acuerdos políticos. Bogotá: Corporación Nuevo Arco Iris. https://acortar.link/d4tcnQ
Veeduría Distrital. 2020. Evaluación de la pobreza en Bogotá: conceptos, medición, tendencias y nuevos retos 2002-2020. Bogotá.
Notas
Notas
[1] Osorio, V. (2018) Frente de Liberación Ñero. FLÑ. [video]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=rSoLThgp9ng&t=255s&ab_channel=Ver%C3%B3nicaOsorio.
[2] En la web se ubican diferentes producciones en las que Sergio Amaya Barrios analiza, satíricamente, diferentes temas de la actualidad colombiana. Entre los videos más vistos en la plataforma YouTube se encuentran: “Sergio Amaya Barrios” (https://bit.ly/3Kjaq86); “¡Grandes historiadores de Colombia! Carlos Rodríguez y Sergio Amaya” (https://bit.ly/3EO2Hxy); “Los ñeros son ellos, ñeros de estrato 7” (https://bit.ly/38qwuAy); “Memorias del costal” (https://bit.ly/3xW2siS); “La 10, calle de contrastes” (https://bit.ly/3kg3Jch); “Ñeros del cartucho segundo sector (Congreso). ¿Qué y cuáles son los ñeros?” (https://bit.ly/3ODNnYS).
[3] Sacerdote católico colombiano, pionero de la Teología de la liberación en América Latina. Promotor del Frente Unido del Pueblo, movimiento de oposición al régimen impuesto por las oligarquías colombianas a través del Frente Nacional (1958-1974), pacto bipartidista con el que la hegemonía política colombiana buscó superar el periodo de violencia generado por el asesinato del líder liberal Jorge Eliecer Gaitán (1948), y para frenar el gobierno del General Gustavo Rojas Pinilla, quien accedió al poder a través de un golpe de estado en 1953. Camilo Torres se sumó a las filas de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional – ELN (1966), y fue muerto en su primer combate (1966).
[4] Se refiere al escándalo político desatado en Colombia, a partir del año 2006, por los vínculos de políticos, empresarios y algunas empresas extranjeras con grupos paramilitares. Para ampliar información sobre este tema, sugerimos el informe del Centro Nacional de Memoria Histórica (2018): “Paramilitarismo. Balance de la contribución del CNMH al esclarecimiento histórico”. En: http://centrodememoriahistorica.gov.co/wp-content/uploads/2020/01/PARAMILITARISMO.pdf
[5] Se refiere a uno de los mecanismos de terror utilizado en el conflicto armado interno colombiano por los grupos paramilitares, consistente en el descuartizamiento o mutilación de personas (muchas veces vivas) con motosierras.
[6] Ortiz Gordillo, A. F. (2009) Sergio Amaya Barrios, las memorias del costal [video]. YouTube. Bogotá: Corporación Proyecto CEIS. https://www.youtube.com/watch?v=nC2p0J5Si-Q.
[7] Plaza central de la ciudad de Bogotá, donde se encuentra concentrado el poder político (Congreso de la República, Presidencia de la República, Alcaldía Mayor de Bogotá), judicial (Palacio de Justicia de Colombia) y religioso (Catedral Primada de Colombia) de la nación. [8] “El Cartucho” o “la calle del cartucho” fue un sector ubicado en el centro de la ciudad de Bogotá, que hasta finales de la década de 1990 fue uno de los más grandes expendios de narcóticos y centro de la delincuencia de la ciudad.
[9] El término “ñero” refiere a una persona que es vulgar y no tiene educación, o una persona que habita la calle. Según el diccionario de colombianismos, el ñero es también un “compañero, camarada o compinche”. Generalmente se usa de manera despectiva para referirse a los ciudadanos habitantes de calle y, en general, a las personas empobrecidas habitantes de las periferias urbanas. En los últimos años el término viene siendo apropiado en algunos sectores populares, sobre todo por los jóvenes, para reivindicar su singularidad como sujetos y comunidades que, aunque empobrecidas, excluidas, violentadas y silenciadas por el poder, han sabido sobrevivir y reexistir. Es en estas reivindicaciones donde se debe entender el “ñero” de Sergio Amaya Barrios, aunque en esta cita en particular hace referencia, irónicamente, a las características negativas del ñero.
[10] El Escándalo de Foncolpuertos fue un caso de corrupción en Colombia, en el que empleados públicos y personas particulares fueron condenadas por falsificar documentos públicos que los llevaron a obtener cuantiosas mesadas pensionales en el Fondo Pasivo Social (Foncolpuertos) de la empresa pública Puertos de Colombia (Colpuertos). Ver: https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-584270.
[11] En el Escándalo de la Caja Nacional de Previsión Social (Cajanal) se crearon “carteles de tutelas” y se interpusieron tutelas falsas por parte de abogados, jueces, funcionarios y pensionados para reclamar derechos pensionales inexistentes. Ver: https://www.semana.com/el-gran-zarpazo/81815-3/.
[12] Se refiere al escándalo conocido como la “Parapolítica”, alianza entre actores políticos de derecha y grupos paramilitares para la cooptación del Estado colombiano. Recomendamos ver: Romero, M. (2007) Parapolítica. La ruta de la expansión paramilitar y los acuerdos políticos. Bogotá: Corporación Nuevo Arco Iris.
[13] Ortiz Gordillo, A. F. (2009) Sergio Amaya Barrios, las memorias del costal [video]. YouTube. Bogotá: Corporación Proyecto CEIS. https://www.youtube.com/watch?v=nC2p0J5Si-Q.
[14] Algunos recicladores independientes de Bogotá suelen usar para su trabajo un saco grande de fique, lona o tela rústica llamada costal. Para estos recicladores el costal es, pues, su instrumento de trabajo más importante.
[15] Léase en plural, «hachepés».
[16] En Colombia la expresión “HP” hace referencia a “Hijo de puta” o “Hijueputa”.
[17] Ortiz Gordillo, A. F. (2009) Sergio Amaya Barrios, las memorias del costal [video]. YouTube. Bogotá: Corporación Proyecto CEIS. https://www.youtube.com/watch?v=nC2p0J5Si-Q.
[18] Se refiere a la expresión: “Tombo gonorrea”. En Colombia “tombo” es un sustantivo de procedencia popular, que se utiliza para referirse despectivamente a los miembros de la policía nacional. Por su parte, la expresión “gonorrea” se utiliza como insulto.
[19] Sergio Amaya Barrios sufre una discapacidad permanente en una de sus piernas, producto de las torturas de las que fue víctima como militante de la Unión Patriótica, partido político de izquierda.
[20] Expresión popular que significa: “váyase”.
[21] Ortiz Gordillo, A. F. (2009) Sergio Amaya Barrios, las memorias del costal [video]. YouTube. Bogotá: Corporación Proyecto CEIS. https://www.youtube.com/watch?v=nC2p0J5Si-Q.
[22] Es importante señalar que Sergio Amaya Barrios es un sujeto que reivindica permanentemente su vocación de fe. Es católico creyente y se adhiere a la línea de la Teología de la liberación que promulgó “la opción por los pobres”.
[23] Castro Yara, C. (2012) Sergio Amaya Barrios [video]. YouTube. https://bit.ly/3kS7Rjd.
[24] Mariño, M. (2019) ¡Grandes historiadores de Colombia! Carlos Rodríguez y Sergio Amaya [video]. YouTube. https://bit.ly/38beZUO.
[25] En el sur de Bogotá se ubican algunas de las localidades con mayores problemáticas vinculadas a la pobreza, la exclusión y la segregación social: Ciudad Bolívar, Usme, Tunjuelito, Antonio Nariño, Rafael Uribe Uribe y San Cristóbal.
[26] Ortiz Gordillo, A. F. (2017) Sergio Amaya Barrios y Camilo Torres Restrepo [video]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=3dP8fWuzHG0&t=85s&ab_channel=Andr%C3%A9sFelipeOrtizGordillo.
[27] Ortiz Gordillo, A. F. (2009) Sergio Amaya Barrios, las memorias del costal [video]. YouTube. Bogotá: Corporación Proyecto CEIS. https://www.youtube.com/watch?v=nC2p0J5Si-Q.
[28] Ortiz Gordillo, A. F. (2009) Sergio Amaya Barrios, las memorias del costal [video]. YouTube. Bogotá: Corporación Proyecto CEIS. https://www.youtube.com/watch?v=nC2p0J5Si-Q.
[29] Ibid.
[30] Ibid.
[31] Ibid.
[32] Ibid.
[33] Ibid.
[34] Expresión popular para decir “requisando”.
[35] Ortiz Gordillo, A. F. (2009) Sergio Amaya Barrios, las memorias del costal [video]. YouTube. Bogotá: Corporación Proyecto CEIS. https://www.youtube.com/watch?v=nC2p0J5Si-Q.
[36] Cigarrillo de marihuana.
[37] Ortiz Gordillo, A. F. (2009) Sergio Amaya Barrios, las memorias del costal [video]. YouTube. Bogotá: Corporación Proyecto CEIS. https://www.youtube.com/watch?v=nC2p0J5Si-Q.
[38] Ortiz Gordillo, A. F. (2009) Sergio Amaya Barrios, las memorias del costal [video]. YouTube. Bogotá: Corporación Proyecto CEIS. https://www.youtube.com/watch?v=nC2p0J5Si-Q.
[39] Ibid.
[40] Ortiz Gordillo, A. F. (2009) Sergio Amaya Barrios, las memorias del costal [video]. YouTube. Bogotá: Corporación Proyecto CEIS. https://www.youtube.com/watch?v=nC2p0J5Si-Q.
[41] Ibid.
[42] Ibid.
[43] Se refiere a Enrique Peñaloza, exalcalde de Bogotá, excandidato presidencial y uno de los mayores promotores de la gentrificación del centro de la ciudad.
[44] Ortiz Gordillo, A. F. (2009) Sergio Amaya Barrios, las memorias del costal
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