Rev. nuestramérica, 2022, n.o 20, edición continua, e6888531

Artículo depositado en Zenodo. DOI https://doi.org/10.5281/zenodo.6888531

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La pandemia de la desigualdad: una historia más allá de la COVID-19

A pandemia da desigualdade: uma história além da COVID-19

The pandemic of inequality: a story beyond COVID-19

 

Gabriel Alberto Rosas Sánchez

Maestro en Ciencias Económicas

Estudiante de doctorado

Universidad Autónoma Metropolitana y Sociedad Mesoamericana y del Caribe de Economía Ecológica

Ciudad de México, México

rosassanchezgabriel@gmail.com

https://orcid.org/0000-0001-7392-3568

 

 


Resumen: Los efectos de la pandemia sobre la economía del mundo han sido profundos y se espera sean de largo alcance. Entre los más adversos se encuentra la profundización de la desigualdad del ingreso entre la población. Este trabajo tiene por objetivo ir más allá de la descripción estadística sobre el incremento de la desigualdad e intenta explicar el origen de las desigualdades como un proceso causado por la ideología imperante acerca del funcionamiento económico y el proceso de desregulación que comenzó en los años de 1970. Además, se plantea un carácter dual de los apoyos gubernamentales implementados durante la pandemia a fin de evitar el desplome de la economía. Por un lado, se deja de lado el discurso sobre la austeridad y la autorregulación de los mercados arremetiendo contra la ortodoxia económica y, por otro, la evidencia muestra que en realidad los apoyos procuraron principalmente el quiebre de la economía y el sector financiero en lugar priorizar a la población dando como resultado un incremento sin precedente de la desigualdad.

Palabras clave: desigualdad; desregulación; COVID-19; ideología; Estado.

 

Resumo: Os efeitos da pandemia na economia mundial foram profundos e devem ser de longo alcance. Entre os mais adversos está o aprofundamento da desigualdade de renda entre a população. Este trabalho visa ir além da descrição estatística do aumento da desigualdade e tenta explicar a origem das desigualdades como um processo causado pela ideologia predominante sobre o funcionamento econômico e o processo de desregulamentação iniciado na década de 1970. Além disso, uma dupla natureza do o apoio governamental implementado durante a pandemia é proposto para evitar o colapso da economia. Por um lado, o discurso de austeridade e auto-regulação dos mercados é deixado de lado atacando a ortodoxia económica e, por outro, a evidência mostra que na realidade o apoio procurou sobretudo quebrar a economia e o sector financeiro em vez de priorizar população, resultando em um aumento sem precedentes da desigualdade.

Palavras-chave: desigualdade; desregulamentação; COVID-19; ideologia; Estado.

 

Abstract: The impact of the pandemic on the world economy has been profound and is expected to be far-reaching. Among the most adverse is the deepening of income inequality among the population. This paper aims to go beyond the statistical description of the increase in inequality and tries to explain the origin of inequalities as a process caused by the prevailing ideology about the economic functioning and the process of deregulation that began in the 1970s. In addition, there is a dual character of government support implemented during the pandemic to avoid the collapse of the economy. On the one hand, the discourse on austerity and self-regulation of the markets is set aside, attacking economic orthodoxy and on the other hand, the evidence shows that the supports mainly sought the breakdown of the economy and the financial sector instead of prioritizing the population resulting in an unprecedented increase in inequality.

Key words: inequality; deregulation; COVID-19; ideology; State.

 


Fecha de recepción: 1 de marzo de 2022

Fecha de aceptación: 22 de julio de 2022

Fecha de publicación: 24 de julio de 2022      


 

 

Introducción: consecuencias de la pandemia y su impacto sobre la desigualdad

La pandemia causada por el virus SARS-CoV-2 es un fenómeno que sacudió al mundo en todas sus esferas. Su paso hasta el momento ha dejado 424 822 073 casos confirmados y 5 890 312 personas muertas de acuerdo con cifras oficiales[1]. La vida pública se detuvo por completo a causa del cierre de escuelas, centros de trabajo y prohibición de reuniones sociales y gradualmente retornan a las actividades en los primeros meses del 2022.

Las medidas de protección de salud pública condujeron a la población hacia un confinamiento en el hogar provocando una serie de problemas físicos y de salud mental. Sheridan et al. (2020) y Usher et al. (2020) señalan que el aislamiento social produjo episodios de ansiedad, secuelas psiquiátricas por temor al contagio, depresión y trastornos de personalidad. Mientras Zhou et al. (2022) indica que la falta de actividad física está correlacionada con la obesidad y a su vez aumenta el riesgo de padecer trastornos como los previamente señalados.

Respecto al tema educativo la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) estimó que aproximadamente 1200 millones de estudiantes de todos los niveles de enseñanza, en todo el mundo, habían dejado de tener clases presenciales en la escuela[2]. Siguiendo a Reimers (2022) la educación a nivel primaria y secundaria se vieron impactados por las presiones económicas de las familias, mientras el proceso de aprendizaje se vio afectado por las emociones por pérdida de algún familiar o el miedo colectivo de infectarse.

Además de los claros efectos sobre la salud y la educación, la COVID-19 significa la perturbación económica más fuerte desde la crisis financiera del 2008. Así lo expresó el Fondo Monetario Internacional (FMI) al indicar que se trataba de una crisis como ninguna otra que obligó a cerrar gran parte de la economía mundial. El comercio internacional redujo su flujo de mercancías en 5,6% durante 2020 en comparación con el 2019, mientras el tráfico de servicios disminuyó 15,4% para el mismo periodo[3]. Ambos registros representan las mayores caídas desde la crisis del 2008 y 1990 respectivamente. Al mismo tiempo, de acuerdo con la Organización Mundial del Trabajo (OIT), se perdieron 140 millones de trabajos formales mientras el Producto Interno Bruto (PIB) descendió el 4,2% a nivel global.[4]  

Asimismo, la extensa literatura difundida durante la pandemia muestra los distintos impactos económicos de esta emergencia sanitaria. En América Latina, de acuerdo con los informes del Observatorio de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), en 2020 la pobreza en América Latina aumentó al menos 4,4% (28.7 millones de personas adicionales) con respecto al año previo, por lo que alcanza un monto de 214.7 millones de personas, mientras que la población en pobreza extrema incrementó en 2,6% llegando a un total de 83,4 millones de habitantes[5].

En cuanto al PIB la región registró una contracción del 6,8%, la peor registrada desde 1990 (CEPAL, 2021). En el rubro de empleo, la región fue severamente afectada al perder 26 millones de trabajos formales durante a consecuencia de la pandemia, cifra dada a conocer por la OIT[6]. En consecuencia, el letargo de la dinámica económica condujo a 160 millones de personas a caer en la pobreza.[7]   

Un elemento clave para entender el grado de respuesta entre la población frente la pandemia es la desigualdad económica. En efecto, al tener con Nassif-Pires et al. (2020) la pandemia demostró las condiciones de vulnerabilidad en que se encuentran las familias en la mayor parte del planeta, aspecto por el cual profundiza las consecuencias de una crisis multifacética.

Para las personas que perciben bajos ingresos su capacidad de respuesta fue baja. En sintonía con los mismos autores, el costo social de la desigualdad se refleja en la incapacidad de las personas en busca de tratamientos tempranos frente a la enfermedad debido a la falta de seguro médico.

La desventaja socioeconómica que representa la desigualdad es una señal clara de los efectos diferenciados de la pandemia. La probabilidad de que las personas muertas durante esta emergencia sanitaria hayan provenido de comunidades pobres es alta e incrementa si se considera el aspecto racial y de género, volviéndose más perverso contra las personas afrodescendientes y mujeres. Sin embargo, como señala Darvas (2021) se tendrá que esperar hasta el año 2023 para conocer las cifras oficiales sobre la desigualdad en 2020 y contar con bases de datos consistentes.

Un análisis muy detallado y completo la condición de vulnerabilidad que representa la desigualdad en medio de una pandemia es el trabajo de Stantcheva (2022). La autora es contundente al señalar que la parte baja de la distribución, es decir, la parte de la población quien menos ingresos posee es quien ha sufrido las peores consecuencias.

En concreto, la capacidad de trabajar desde casa se distribuye de manera desigual debido a que en los hogares más pobres las personas no contaron con las herramientas suficientes para realizar el trabajo vía remota. Es decir, siguiendo a la autora, los trabajadores de mayores ingresos fueron capaces de ejercer su trabajo a la distancia. Además, los trabajadores de bajos ingresos sufrieron distintas disrupciones porque su plaza de trabajo bien fue eliminada o su naturaleza difícilmente permitiría realizarse en línea, por ejemplo, las personas quienes se emplean en la limpieza.

La desigualdad es visible en las brechas digitales en la educación. Robinson et al. (2020) dejan claro la desventaja de los hogares pobres. La falta de equipos de cómputo y el bajo nivel de ingresos representan obstáculos en la realización de tareas escolares. Asimismo, Beaunoyer et al., (2020) encuentran una relación entre la falta del servicio de internet en los hogares y la ausencia de reuniones sociales, provocando un estado de depresión o tristeza.

Para la región de América Latina, la desigualdad fue el factor que intensificó las consecuencias de la pandemia. Conforme con el reporte de la CEPAL (2020) los estratos medios-bajos vieron deteriorada su situación económica, al tiempo que sufrieron las condiciones de hacinamiento por falta de agua potable, servicios médicos y dificultades para realizar sus actividades vía remota.

Como en cada crisis económica, la población de mayor riesgo son las mujeres quienes están más expuestas al desempleo (Brzezinski 2021). En la misma pirámide de vulnerabilidad se encuentran los ancianos, trabajadores informales, migrantes, indígenas, población rural, afrodescendientes, personas con discapacidad y en situación de calle.

De manera paradójica, mientras la mayor parte de la población sufre los estragos económicos de la pandemia, la riqueza mundial aumentó un 7,4% en 2020. Entre las principales causas están el crecimiento de los mercados bursátiles, la apreciación del sector inmobiliario, las bajas tasas de interés y los ahorros imprevistos como consecuencia del confinamiento (CEPAL 2021).

Este diagnóstico parece mostrar que el incremento de la riqueza responde a un factor coyuntural. Sin embargo, la pandemia ha sido un acontecimiento que volvió más cruda la realidad del mundo: la pandemia de la desigualdad que golpea fuertemente, al menos con mayor intensidad, desde los últimos 40 años. Tal como señala el último informe de la OXFAM (2022) la riqueza de los multimillonarios ha experimentado un crecimiento insólito en medio del sufrimiento de millones de personas. 

Esta paradoja es la clave del trabajo. El presente intenta ofrecer un panorama más allá de la coyuntura de la COVID-19 para explicar cómo las desigualdades se han gestado en los últimos años. A partir de ello, se busca dejar el carácter histórico de las desigualdades en lugar de pensarlas como elemento emergente de la pandemia. Si bien la crisis sanitaria profundizó, aceleró e hizo más visibles las consecuencias de la desigualdad, es clave entenderlo como un fenómeno de largo plazo propiciado por la desregulación de los mercados y la disminución de las instituciones del Estado en la economía.

Como segundo objetivo es mostrar la manera en que la pandemia obligó a los gobiernos a ser activos para disminuir los efectos adversos de la pandemia. Con ello, se dio un giro a la ideología de austeridad y mínima intervención estatal propagada en la economía actual. En contrasentido se identifica que, no obstante, la ideología de libre mercado quedó trastocada, las políticas implementadas estuvieron focalizadas más para prevenir la caída de los mercados en lugar de apoyar a la población. El resultado, como se señaló líneas arriba, fue que durante el confinamiento la riqueza incrementará en el 1% de la población más rica mientras la desigualdad creció de manera vigorosa.

El artículo se integra además de un apartado donde se discute las medidas que han propiciado la desregulación económica y que influyeron en la gestación de la actual desigualdad. Posteriormente se presentan las medidas implementadas en la región para contener los efectos de la pandemia, después se reflexiona acerca de la dualidad de dichas políticas. Primero al reconocer la importancia de la intervención en la economía y simultáneamente el mismo conjunto de medidas provocaron un ascenso de la desigualdad tal como lo señala el reporte de OXFAM (2022). Finalmente se integra un apartado de conclusiones.

 

El impulso ideológico y gubernamental para la gestación de las desigualdades

En las ciencias sociales se cuenta con un concepto interesante para entender la influencia del pasado sobre el presente. La dependencia de la trayectoria, termino difundido por David (2007), concibe la configuración institucional como resultado de un proceso dinámico y evolutivo que restringe las posibilidades actuales de éxito al papel de la propia historia. Por lo tanto, el estado actual de las cosas tiene determinantes endógenos del pasado y que son necesarios para cambiar las instituciones presentes.  De esta manera, hablar de las creciente desigualdades durante la pandemia no tendría sustancia excluyendo los eventos del pasado y las medidas gubernamentales que propiciaron un cambio en el rumbo de la economía.  

Una de las recientes obras del economista francés Thomas Piketty Capital et idéologie (2019) manifiesta claramente que la desigualdad se debe principalmente a un aspecto ideológico y político que se ha encargado de construir una estructura social que legitima la riqueza de la clase privilegiada y reproduce los mecanismos legales, económico y políticos para perpetuar el poder.

A lo largo de esta obra el autor hace un recorrido desde la Europa del siglo XVI para mostrar como en las sociedades terciarias, es decir, integradas por clero, nobleza y pueblo, se construyó un discurso jerárquico y violento que permitió a las élites religiosas y militares poseer el control sobre la propiedad. Simultáneamente se construyó una narrativa donde los trabajadores de la tierra debían aceptar el orden del mundo.

Prosiguiendo con el economista francés, a pesar de la Revolución de 1789 cambió los equilibrios de poder, no logró trasladar el poder de las élites nobiliarias y clericales al Estado central.  A finales del siglo XVIII, señala el autor, tanto en España y Francia se concretaron esfuerzos laxos para lograr una distribución justa de la propiedad. Con ello, se perdió una oportunidad para reconocer que la riqueza forjada por las élites había sido obtenida por despojo, violencia y sometimiento gracias a la justificación ideológica del funcionamiento de la sociedad.

Con este panorama descrito por Piketty, es posible obtener dos ideas principales. En primer lugar, el derecho moderno de la propiedad no nació en Francia ni en Inglaterra, fueron las doctrinas religiosas quienes construyeron una forma particular de aceptar la discrepancia de propiedades e ingresos entre la población. La segunda lección es acerca del conservadurismo fiscal durante el siglo XVIII que, si bien redujo la posesión de las élites, no quiso ir más allá de la forma en que fueron gestadas estas fortunas. En palabras del autor, no se abrió la caja de pandora a fin de evitar el conflicto con los actores del antiguo régimen.

Considerando el concepto descrito al inicio, la dependencia de la trayectoria histórica permite entender las bases para el problema desigualitario en la actualidad. Durante el siglo XIX, retomando al economista francés, los grandes capitales victoriosos del antiguo régimen, sociedades terciarias, evolucionaron su discurso al transformarse en sociedades propietaristas. Esta nueva ideología se sustenta en la idea de la libertad del individuo como elemento clave de la estabilidad política. Además, cada sujeto es libre de acceder al derecho de poseer. A diferencia de las sociedades terciarias, no existe un designio divino de la propiedad sino es un bien disponible para cualquier persona. Bajo esta lógica, la desigualdad se concibe en la falta de acción de los individuos para aprovechar su libertad, discurso similar al esfuerzo meritocrático del siglo XXI que se abordará más adelante.

El desarrollo de las sociedades industriales durante el siglo XIX se consolidó gracias a la expansión de la propiedad privada y la idea del individuo libre. A partir de esta interpretación, fue posible borrar la memoria acerca de las riquezas gestadas en el pasado y construir un escenario donde aparentemente todos los ciudadanos tenían las mismas posibilidades de poseer.

La expansión económica a consecuencia de la intensificación del desarrollo industrial tuvo un impulso más: la ideología Laissez-Faire. A juzgar por Berend (2006) esta nueva perspectiva sugería que el ser humano libre podía emplear el conocimiento de las leyes naturales para crear armonía en la sociedad y la economía. La intervención externa era considerada dañina. De tal manera, la economía y un comercio libres sin intervención estatal son ventajosos para lograr la plenitud de la población.

Un tropiezo de la ideología Laissez-Faire fue la Primera Guerra Mundial. Siguiendo a Berend (2006), este acontecimiento fue un punto de inflexión para el mundo en virtud de la aparición de los primeros experimentos regulatorios en la economía. En la misma línea, Tanzi (2018) expresa que el inicio del siglo XX se caracterizó por la creación de mecanismos para incrementar la participación del Estado en la economía y dotar a la población de mayor control político.

La pregunta que surge en este recorrido es, ¿por qué cambiar las condiciones imperantes de la economía? La respuesta es posible encontrarla en las protestas y manifestaciones sociales. Piketty (2019) manifiesta que la ideología Laissez-Faire causó un incremento de las desigualdades conjugándose con la aparición de otros modelos económicos alternativos como la planificación económica alemana, el proyecto de la URSS, diversos movimientos independistas y el cuestionamiento de la población europea hacia el comportamiento colonial de las potencias occidentales.

Además, tal como explica Berend (2006), en Estados Unidos creció una inconformidad entre los trabajadores a causa de los malos tratos. Por ello, se emprendió un programa de apoyo para reducir los abusos de los empleadores, por ejemplo, con respecto al trabajo infantil y las horas de trabajo. Los sindicatos se volvieron más importantes y algunos de sus líderes habían desarrollado simpatía por las ideologías socialistas cuyo objetivo era reducir el papel de la propiedad privada y aumentar la nacionalización de empresas importantes. 

El desplome de la ideología de libre mercado sufrió un golpe mortal con la crisis del 1929 en Estados Unidos. La intervención del Estado fue crucial para la recuperación de la considerada mayor crisis en la historia del capitalismo. El programa de rescate New Deal implementado por Franklin D. Roosevelt marcó el camino de las políticas para corregir las consecuencias del Laissez-Faire.

Durante la tercera y cuarta década del siglo XX tomó fuerza entre la población y los partidos políticos las medidas de protección y planificación encabezadas por las instituciones gubernamentales. Pikettty (2019) destaca la doble naturaleza del Estado fiscal durante esta época. Por un lado, incrementó los tipos impositivos del 70-80 % sobre las rentas más altas y sobre las sucesiones entre los años 1920-1930 y 1960- 1970, con la finalidad de contar con recursos para servicios del Estado social, y, por otro lado, ascendieron las funciones del Estado benefactor como educación, seguridad social, derechos laborales y desarrollo industrial.

Estas bases sirvieron para el desarrollo del régimen socialdemócrata en el mundo durante 1950 y 1980. El éxito de esta nueva configuración política y económica fue, conforme a Piketty (2013), la disminución de la desigualdad económica. En efecto, las regulaciones, el proceso de nacionalización, el impulso de industrias nacionales, la creación de monopolios nacionales, las transferencias económicas a la población, el impulso de la educación, la fuerte presencia sindical, el fortalecimiento de las clases medias y otras medidas de interferencia gubernamental en la economía no fueron condenadas tal como sucedió en la época del liberalismo económico del siglo XIX. Por el contrario, la participación estatal permitió romper con la idea de propiedad privada y ampliar la categoría a propiedad pública. De esta forma, los gobiernos reconocieron el proceso desigual al interior de los países e implementaron políticas públicas para intentar reducir la brecha.

El proceso tuvo éxito al ser una época donde la desigualdad disminuyó drásticamente (Piketty, 2019). Sin embargo, la década de 1970 representó el límite del proyecto socialdemócrata y el Estado benefactor. En estos años, por causa de la crisis energética. el problema inflacionario, las bajas tasas de crecimiento del producto y el crecimiento de la deuda se conjugaron para que retornara la confianza del liberalismo económico y el libre mercado. Frente a los problemas de estancamiento económico y déficit fiscal, gobiernos como el de Estados Unidos en 1971 recurrió a romper con el patrón oro dejando que la circulación de dólares dejara de tener respaldo en el metal precioso. Esta decisión, según Tooze (2018), se reflejó en un incremento de la inflación del 20%.

El mundo pasó en poco tiempo de una economía con intervención estatal profundamente optimista a una decepción por el aumento de la inflación, el bajo crecimiento y en la disminución de los indicadores sociales de posguerra. Consecuentemente, los hacedores de política volvieron a la creencia en la eficacia y eficiencia del mercado. El Estado regresó a sus funciones mínimas de regulador. Dichos cambios ocurrieron en una economía distinta a la de finales del siglo XIX e inicios del XX, además se acusó de ser el culpable de los problemas macroeconómicos como la inflación. Ahora, el proceso de globalización estaba creando una serie de circuitos e interrelaciones complejas donde las decisiones nacionales afectan a la economía mundial.

Esto último así fue. Durante la década de 1980 comenzó un proceso de liberalización de los capitales a nivel internacional a fin de reactivar la economía e impulsar el crecimiento económico. De este modo, países claves en la dinámica económica mundial como Estados Unidos comenzaron un proceso que desencadenaría en crisis económica e incremento sustancial de la desigualdad.

Prosiguiendo con Stiglitz (2015), la desregulación del sector financiero en compañía de malas prácticas económicas implementadas por los gobiernos es causantes de la creciente desigualdad económica en el mundo más no resultado natural de la dinámica capitalista. El autor identifica a Alan Greenspan como el principal actor que abrió las puertas a la liberalización pues permitió la configuración de complejos instrumentos financieros. Además, este personaje impulsó la ideología económica que premia la eficiencia del capital privado contra la reducción del Estado como principal regulador.

Entre sus medidas estuvo el retiro de las barreras del sistema financiero al derogar la Ley Glass Steagall en 1999, reducción de impuestos a las personas con mayores ingresos, liquidez sin precedentes en el sistema monetario por parte del banco central, que con el tiempo se tradujo en endeudamiento excesivo y, sobre todo, demuestra Tooze (2018), permitir que agencias calificadoras de activos financieros como Moody's y Standard & Poor's ocultaran información sobre el riesgo de ciertos activos.

En su conjunto, el regreso de la ideología Laissez-Faire durante 1980 reivindicó la eficiencia del mercado, la disminución del Estado en la vida económica y el discurso propietarista acerca de la libertad de los individuos para acceder a las fuentes de riqueza a su disposición. Consecuentemente condujo al ascenso de la economía financiera que hasta la fecha domina la dinámica del mundo. Jeannot (2020) afirma que la dinámica económica depende sobre lo que sucede en la economía numérica (economía financiera) y deja de lado lo acontecido en la economía real. Dicho de otro modo, la estabilidad del mundo parece depender del desempeño del sector financiero. Por ello, en la actualidad se ha construido una ideología que apoya el libre funcionar del mercado financiero y con ello permite lograr los beneficios para la sociedad.

En la realidad ha sucedido lo contrario. En 2008 el exceso de liquidez en el mundo y la desregulación financiera condujeron a una crisis de la cual se siguen pagando las consecuencias, cuyas magnitudes tan solo se comparan con la crisis de 1929 (Tooze 2010). Para disminuir los efectos adversos, Henry Paulson propuso disponer de 7 mil millones de dólares de los contribuyentes para el rescate financiero.

A pesar de la magnitud del quiebre financiero poco se realizó para evitar que suceda nuevamente[8]. En primer lugar, ha existido un pragmatismo enorme respeto a la política fiscal. Así como sucedió del tránsito de sociedades terciarias a sociedades propietaristas, en ningún momento se ha cuestionado el origen de las riquezas que claramente se han realizado a la luz de la desregulación y el conservadurismo fiscal. Por el contrario, la orientación hacia la captura de rentas, es decir, privilegiar la especulación financiera en lugar de estimular los pilares reales de la actividad económica real, es de mayor interés para las instituciones gubernamentales.

En segundo lugar, las consecuencias de las crisis financieras de México (1995), Corea, Tailandia, Indonesia (1997); Rusia (1998), Argentina (2001) y Estados Unidos (2008) han dejado fuertes afectaciones sobre la población principalmente en términos de desigualdad económica. Al no existir un castigo a quienes, con sus acciones, han provocado las crisis financieras, estos capitales siguen beneficiándose del actual esquema y entran en una lucha constante por atraer las ganancias al país de origen. Esta competencia produce que las naciones se vean incentivadas a liberalizar más su economía convirtiéndose en un fenómeno denominado por Piketty (2019) como Hipercapitalismo.

La liberalización de los mercados ha sido un factor crucial en la creación de las desigualdades. La falta de mecanismos redistributivos que imponga impuestos a las fortunas y herencias incrementó las brechas en la sociedad mundial convirtiéndose en un factor que inhibe la movilidad social[9]. El mismo Stiglitz (2015) señala que la ausencia del Estado como actor de la vida pública terminó con el sueño de aspirar a mejores condiciones de vida gracias a la educación. En la mayoría de los países, exhibe el autor, el desmantelamiento del sector público respecto a educación, salud, vivienda y trabajo se convirtió en un factor contra la población. Mientras, el ascenso del sector financiero produce un incremento salarial enorme en los trabajadores del sector en relación con los no financieros al tiempo que crea un pequeño grupo social concentre una mayor parte del ingreso (Lin y Tomaskovic-Devey 2013). 

Contrariamente, la liberalización y la nueva ideología hipercapitalista ha sido benéfica para un sector reducido de la sociedad. Entre 2017 y 2018, cada dos días surgía un nuevo milmillonario en promedio mientras que 26 personas concentraron la riqueza equivalente a lo que tienen 3,800 millones de personas (OXFAM 2019). Para 2020, esta cifra se acortó a 10. Esta decena de hombres más ricos del mundo poseen más riqueza que los 3,100 millones de personas más pobres (OXFAM 2022).

La construcción de las desigualdades resulta de un complejo transitar histórico donde se conjuga la ideología, el papel del Estado y la situación del capital. En concentro, es un ejercicio poco útil considerar las consecuencias de la pandemia actual sobre las desigualdades si no se entiende los mecanismos que nos han conducido al estado actual.

Es relevante insistir que actualmente impera una ideología meritocrática acerca de la riqueza. Siguiendo a Markovits (2019), se quiere ocultar que las riquezas del 1% de la población que concentra la misma fortuna que la mitad de la población es resultado del trabajo y de la educación, además que el libre funcionar de los mercados permitirá transmitir la abundancia al resto de la población.

No obstante, al contar con una perspectiva histórica es posible identificar que este mecanismo se ha utilizado siempre con el fin de perpetuar las relaciones de superioridad, simultáneamente que el proceso de desregulación iniciado en 1970 redujo en funciones al Estado y dejó campo abierto a que las riquezas se preserven y sigan incrementando. Así, la pandemia por COVID-19 no es precisamente el origen de las desigualdades sino la continuación de un proceso de largo alcance. Aunque la emergencia sanitaria ha producido cambios interesantes en la forma de abordar las crisis.

 

¿Adiós al Laissez Faire? Evidencia sobre las medidas para contener los efectos de la pandemia

Al igual que durante las crisis de 1929 y 2008, frente a grandes colapsos económicos se recurre a la intervención gubernamental para rescatar a la economía. El caso de la pandemia es una situación interesante en dos sentidos. En primera instancia parece revertir la ideología económica imperante durante los últimos 40 años. Es decir, se aceptó contundentemente la importancia del sector público para difundir la información de manera segura acerca de lo riesgos del virus en medio de una infodemia, se consideró vital su rol para el desarrollo de vacunas y tratamientos contra la enfermedad y sobre todo se utilizaron de manera simultánea la política fiscal y monetaria para enfrentar los estragos económicos como el desempleo y la caída del ingreso familiar.

El conjunto de medidas demostró que una economía estrictamente dirigida por los actores privados bajo las fuerzas del mercado simplemente no tendría posibilidad alguna de sobrevivencia, mientras que la eficiencia y eficacia del mercado serían completamente superados en lo que corresponde en la creación de mecanismos de contención frente a la caída del producto nacional, la creación de empleos, la disrupción del mercado internacional de mercancías, el desarrollo tecnológico para la producción de vacunas, entre otros tantos factores. De cierta manera, la pandemia destronó a los difusores del libre mercado e impulsores del Laissez-Faire silenciando las voces contra el gasto público y la austeridad en la creación de infraestructura pública. Conforme a Tooze (2021), la pandemia representa posiblemente la muerte de la ortodoxia que nació a finales del siglo XX.

Al respecto, la información del Map of SME-Support Measures in Response to COVID-19, espacio de monitoreo creado por el Banco Mundial (BM) sobre las medidas implementadas por los gobiernos durante la emergencia, es reveladora. En todo el mundo se tienen registrados 8 tipos de apoyos que en conjunto concentran 1600 acciones concretas. La figura 1 muestra su distribución.

 

 

Fuente: Elaboración propia con base en: https://www.worldbank.org/en/data/interactive/2020/04/14/map-of-sme-support-measures-in-response-to-covid-19. Consultado el 10 de febrero del 2022. Depositado en Zenodo https://doi.org/10.5281/zenodo.6888705

 

En el caso de la región latinoamericana, la CEPAL dispone de datos acerca de las medidas implementadas por los gobiernos. Esta información se resume en la figura 2. Realizando la suma de los planes ejecutados por cada país, el total de instrumentos fue de 3431, siendo el sector de la economía el más beneficiado representando cerca del 30% del total de medidas por los países en su conjunto mientras el menor campo de apoyo fue la educación.

 

 

Fuente: Elaboración propia con base en Observatorio COVID-19 en América Latina y el Caribe. Disponible en https://www.cepal.org/es/temas/covid-19. Consultado el 10 de febrero del 2022. Depositado en Zenodo https://doi.org/10.5281/zenodo.6888731  

 

La figura 3 es posible visualizar por país el número de apoyos implementados durante la emergencia sanitaria considerando los 7 tópicos en su conjunto. Destaca el caso de Chile quien domina claramente con 454 apoyos desde el año 2019 a la fecha. Es interesante el caso de países como México, con su actual gobierno autodenominado de izquierda, está a la mitad de la distribución con apenas 75 medidas implementadas y superado por países como Belice, Honduras o Suriname. En caso sorprendente, Brasil que se encuentra dirigido por un líder derechista se sitúa en los primeros 5 países de la región con mayor impulso frente a la COVID-19.

 

 

Fuente: Elaboración propia con base en Observatorio COVID-19 en América Latina y el Caribe. Disponible en https://www.cepal.org/es/temas/covid-19. Consultado el 10 de febrero del 2022. Depositado en Zenodo https://doi.org/10.5281/zenodo.6888754

 

De manera paradójica, el conjunto de políticas implementadas, si bien evitó un colapso mayor de la economía, quedaron pendientes en materia de distribución y desigualdad. Tal como se muestra en las figuras 1 y 2, la principal preocupación de los gobiernos en el mundo y en América Latina fue la economía.

Como se ha venido señalando, el reporte de la OXFAM (2022) Las desigualdades matan precisó las consecuencias de la pandemia en términos de desigualdad. Los datos más impactantes fueron que la desigualdad entre los países incrementó. En correspondencia con el informe, los ingresos del 20% más rico durante 2021 habrían recuperado la mitad de lo perdido el año inicial de la pandemia en 2020. En este mismo periodo, los diez hombres más ricos del mundo han duplicado sus fortunas durante el confinamiento.  mientras que, según se estima, más de 160 millones de personas han caído en la pobreza. Al mismo tiempo, 163 millones de personas pasaron a formar parte del umbral que viven con menos de 5,50 dólares al día.

Además de mostrar el contrasentido de la riqueza en medio de una era de pobreza, el informe resalta el daño que puede causar la pobreza en el mundo. Sobresalen los 5.6 millones de personas que mueren cada año por la falta de acceso a servicios de salud. Entretanto, se espera un efecto de mayor intensidad contra las mujeres, niñas y población afrodescendiente, agravando así las consecuencias de la emergencia sanitaria por COVID-19.

A pesar de las políticas implementadas por los gobiernos, parece que no pudo desarrollarse una barrera de contención para frenar el proceso de violencia económica que causa la desigualdad, por el contrario, incrementaron. En al análisis desarrollado por Tooze (2021), queda evidenciado que, ante el colapso económico y la vulnerabilidad social, los gobiernos intervinieron y actuaron rápidamente privilegiando la estabilidad del mundo financiero.

En efecto, al inicio de la pandemia las tasas de interés de referencia de la banca central disminuyeron a fin de impulsar el gasto privado y abaratar el precio del dinero. Con ello, comenzó una ola inyección monetaria y gasto público sin precedentes calculada por el FMI (2020) en 8 billones de dólares. No todo es favorable en vista que se realizaron préstamos a 107 países de los cuales se espera que 73 naciones recurran en el futuro a medidas de austeridad para solventar el pago de la deuda (OXFAM 2022).

En un campo de abundante liquidez en los circuitos financieros es probable que gran parte del dinero a bajo precio haya terminado en la esfera especulativa financiera y con ello, los grandes capitales que ya eran fuertes hayan fortalecido su posición y en consecuencia la brecha desigualitaria incrementara en esta época.

Es pronto para saber las proporciones de recursos que terminaron en la esfera especulativa. Como ya se mencionó, Darvas (2021) destaca la falta de datos para saber precisamente los efectos pandémicos en la distribución y sus efectos sobre el bienestar social. En cambio, se cuenta con la reciente experiencia de la crisis del 2008 donde el exceso de efectivo a causa de las políticas de inyección masiva de la Reserva Federal alimentó la burbuja especulativa en torno a instrumentos relacionados con el sector hipotecario.

Durante la pandemia es posible esperarse un comportamiento similar. Tal como se hizo mención, la importancia de la dependencia de la trayectoria permite entender el posicionamiento del capital financiero en la estructura mundial y la forma en que se lograron edificar esas fortunas. Al igual que la desregulación permitió un ascenso del sector financiero, la política de expansión monetaria, sin medidas restrictivas o reglas de operación claras, es un factor desde la banca central para incrementar el poder. A este respecto, frente a las políticas adoptadas durante la pandemia es posible identificar su interés en conservar la forma en que opera la economía en lugar de apoyar a la población desfavorecida y mantener la tendencia desigual en la sociedad. Frente a ello, es interesante ver el resurgimiento de las funciones del Estado en la economía, pero al mismo tiempo es posible visualizarlo como un jugador ciertamente neutral que acepta las condiciones disparejas del campo económico. 

Con las medidas orientadas hacia la estabilidad del mercado, lamentablemente se preserva la forma en que opera la economía y se prolonga la pandemia de las desigualdades. El mundo está perdiendo la oportunidad de restructurar la relación entre el Estado y los grandes capitales internacionales a causa de la falta de agresividad fiscal contra las grandes fortunas, el impulso a la desregulación económica y sobre todo la falta de cuestionamiento sobre la forma en que las fortunas fueron gestadas disfrazando el origen bajo una ideología meritocrática.

 

Conclusiones

El peso de la historia está presente en nuestra realidad. Así, el trabajo indagó sobre los mecanismos que han implementado y actualizado las élites para preservar su posición preponderante en la sociedad entre tanto que condenan a la gran mayoría a vivir en condiciones de pobreza.

Las lecciones del pasado permiten identificar los principales factores que inciden sobre la evolución de la desigualdad. El primero es la construcción de un discurso ideológica que justifica el orden de la sociedad. En las sociedades terciarias del siglo XVI se recurrió a la idea de Dios para justificar que fue él quien decidió aquellos que serían pobres y ricos. Este discurso evolucionó hasta nuestros días para justificar la riqueza en pocas manos a partir de la meritocracia. Por consiguiente, los pobres permanecen en esa situación por su falta de tenacidad y la ausencia de aspiraciones personales en un capitalismo donde vasta la libertad del individuo para acceder a la propiedad privada y riqueza.

El segundo elemento es la carencia de medidas fiscales fuertes como forma de redistribución social. Como se mostró, desde el siglo XVIII los gobiernos evitaron un conflicto con las élites y prefirieron implementar medidas fiscales débiles. Esta acción permitió que las grandes fortunas del antiguo régimen creadas con base en violencia lograran preservarse y transformarse en capital industrial.

El elemento siguiente es la eliminación de las barreras al mercado y el libre flujo de capitales internacionales. El crecimiento de la economía y su complejidad impulsaron la ideología Laissez-Faire condenando cualquier acción de intervención del gobierno. Como resultado más reciente, la crisis financiera del 2008 se gestó producto de la ausencia del Estado como regulador y participe de la actividad económica.

Finalmente, los instrumentos más recientes que han agravado la situación de desigualdad es la política monetaria expansiva y las bajas tasas de interés conjugado con el ascenso del capital financiero. En conjunto, la economía depende más de la dinámica de este sector al igual que engrosa las disparidades entre la población y concentra el poder en menos manos. Además, las libertades de los accionistas financieros conducen a la sociedad a un riesgo sistemático permanente, alimenta las desigualdades y aumenta el poder de las élites sobre los regímenes políticos.

Las preocupaciones son profundas y diversas. La pandemia de la COVID-19 demostró la importancia del Estado interventor como elemento clave para disminuir el impacto adverso. Aun y con todas las medidas implementadas la desigualdad incrementó. Difícilmente habrá una situación en la historia donde haya un consenso mundial acerca del gasto público, la política monetaria y fiscal. Esto significa que no basta con la participación gubernamental sino es importante identificar qué tipo de sociedad se aspira a configurar.

Para atender el conflicto desigualitario tendrá que evaluarse las condiciones en que se encuentran los Estados nacionales. En efecto, después de 40 años de reducción en funciones y tamaño, el sector público internacional está en condiciones endebles para insertarse como un actor fuerte en la vida pública. La agenda pendiente será reconstruir la fortaleza de los con el propósito de mejorar su integración en la economía y que cuente con mejores herramientas de acción. De poco sirve la intervención de instituciones gubernamentales frágiles y corrompidas. 

Otro punto de la agenda pendiente es reorientar el comportamiento institucional. De nueva forma, es poco útil contar con la participación estatal como un contrapeso de la iniciativa privada si la finalidad del Estado es mantener el orden establecido, tal y como parece intervenir actualmente durante la pandemia. Es necesario un compromiso político para reorientar la sociedad objetivo modificando el discurso meritocrático de la riqueza y actuando a través de una política fiscal redistributiva. Será importante la implementación de impuestos a las fortunas y herencias, como han propuesto economistas como Piketty (2019), Saez y Zucman (2019) y la OXFAM (2022) como mecanismo de justicia redistributiva.

 

 

 

Referencias

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Notas

[1] Datos obtenidos del World Health Organization (WHO) consultado el 22 de febrero del 2022. Disponible en https://covid19.who.int/

[2] UNESCO. 2019. Disponible en https://unctad.org/system/files/official-document/tdstat45_en.pdf

[3] FM.I 2020). World Economic Outlook Junio 2020. Disponible en www.imf.org/en/Publications/WEO/Issues/2020/06/24/WEOUpdateJune2020

[4]  OIT. 2021. Informe “Observatorio de la OIT: La COVID19 y el mundo del trabajo”. Disponible en https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---dgreports/---dcomm/documents/briefingnote/wcms_767045.pdf

[5] CEPAL. 2021. Informe “El desafío social en tiempos del COVID-19. Disponible en https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/45527/5/S2000325_es.pdf

[6] Maurizio, Roxana. 2021. Informe “Transitando la crisis laboral por la pandemia: hacia una recuperación del empleo centrada en las personas”. OIT https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---americas/---ro-lima/documents/publication/wcms_779114.pdf

[7] OXFAM. 2022. Las desigualdades matan. Disponible en https://oxfamilibrary.openrepository.com/bitstream/handle/10546/621341/bp-inequality-kills-170122-es.pdf

[8] El mayor referente fue la ley Dodd-Frank que entró en vigor durante 2010 a fin de disminuir los riesgos sistemáticos del sector financiero. Sin embargo, durante el mandato de Donald Trump fue removida en 2018.

[9] Para el año 2015, cada dólar que recaudaron los gobiernos en forma de ingresos fiscales se integró de: 11% de impuestos sobre la renta empresarial, 21% de impuesto sobre la renta personal, 22% de impuestos sobre los salarios, 39% correspondiente a impuesto al valor agregado y otros impuestos al consumo y sólo el 4% se refieren a impuestos sobre la riqueza. (FMI, 2020)

 

 

Biodata

Gabriel Alberto Rosas Sánchez: es maestro en Ciencias Económicas por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) de México. Actualmente es miembro de la Sociedad Mesoamericana y del Caribe de Economía Ecológica y cursa el doctorado en Ciencias Económicas por la UAM. Cuenta con artículos científicos publicados en México, España y Reino Unido, además de artículos de divulgación en Argentina, Colombia Ecuador y España, incluyendo colaboraciones en periódicos como "La Crónica de México". Ha dictado conferencias en instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Instituto Politécnico Nacional de México, UAM, Universidad de Buenos Aires Argentina, Universidad Nacional de Uruguay, Universidad Nacional de San Martín (Bueno Aires, Argentina), University of Ferrara, entre otras. Ha participado en congresos internacionales como The 19th International Schumpeter Society (ISS) Conference. Recibió la distinción de la UAM "Mención Académica 2020" por la mejor tesis a nivel maestría y fue acreedor a la Beca Campus France-Embajada de Francia en México para la preparación académica y lingüística a una movilidad para estudiar en Francia (2020). Complementariamente, ha sido dictaminador de artículos científicos y libros para la UAM y UNAM Cuenta con experiencia laboral como asistente de investigación en el Consejo Nacional de Ciencia y tecnología de México (CONACYT) y en la Secretaría de Educación Pública de México (SEP). Recientemente ha impartido cursos a nivel licenciatura en la UAM-Campus Iztapalapa y cursos intertreimestrales en la UAM-Campus Azcapotzalco. Sus líneas de interés son bioeconomía, ecología industrial, transición energética del sector eléctrico, innovación desde la economía evolutiva y sistemas complejos adaptativos aplicados a la economía ecológica.

 

 

 

Revista nuestrAmérica, ISSN 0719-3092 / ISSN 2735-7139, editada en la ciudad de Concepción, Chile. Ediciones nuestrAmérica. Correo contacto@revistanuestramerica.cl